Por Dolores Tapia Una acción poética puede cambiar el mundo. No puedo dejar de celebrar lo que el colectivo Acción Poética viene haciendo en las calles de Guadalajara. Oriunda de Monterrey esta agrupación ha trabajado en Ciudad de México y en la propia urbe norteña con esmero. En estos momentos -de violencia, miedo y corrupción- una acción así pone atención en “los acentos”. Acción poética pone el acento en el SÍ y no en los NOS. Me remito y me recuerda a aquella frase de la madre Teresa de Calculta: “La paz comienza con una sonrisa”. El sentido y esencia poética -médula de todas las artes- cambia los códigos mentales, provoca cosas desde el inconsciente y genera esa “energía especial” capaz de llegar al corazón. La violencia es una enfermedad del corazón. Pensamos desde él. Creo sinceramente, que las palabras en una barda son mucho más poderosas que una marcha completa en contra de lo que sea o de quien sea. A la usanza de los Deepak Chopras un no genera más nos, un acto en contra o acto negativo atrae a su semejante. La actividad propositiva genera unión, entendimiento, identificación y cercanía. La congregación es poder. Pienso en el poder de la palabra (las cosas que se nombran se exorcizan y una palabra -lo sabemos los actores- es también un acto de energía) y retomo también la fuerza iracunda del concepto de teatro poético. La contundencia de un Calderón de la Barca: “¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra,una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son”. Frase de su mítica obra La vida es sueño. La filosofía de un William Shakespeare: “Es mejor ser rey de tu silencio, que esclavo de tus palabras”. La pasión desbordada de Federico García Lorca quien afirmó siepre que “la poesía no quiere adeptos, quiere amantes”. ¡Ah! Qué la poesía no se olvide del teatro. ¿Cierto Alessandro Baricco? memorioso autor que en Novecento escribe en hermosa prosa -narrativa- para un teatro perfecto: “Yo, que no fui capaz de bajar de este barco, para salvarme me bajé de mi vida. Escalón a escalón. Y cada escalón era un deseo. A cada nuevo paso, un deseo al que decía adiós”. Ahí pues Wajdi Mouawad: “Nawal, escúchame, esa noche es un regalo. Quizá esté loco por decirlo, pero tengo un corazón y es sólido. Es paciente. Ellos gritarán y nosotros los dejaremos gritar. Ellos nos maldecirán y nosotros los dejaremos maldecir. No importa(...) Piensa en mí como yo pienso en ti, y no te pierdas en la niebla. No lo olvides, ahora que estamos juntos, todo estará mejor”. Qué Dios bendiga a los poetas.