Jueves, 26 de Diciembre 2024

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Dos caminos de Francia a México

Por: Sergio Aguirre

Dos caminos de Francia a México

Dos caminos de Francia a México

En el mundo de los autos, como en casi todo, es posible percibir la diferencia de origen de los productos con cierta facilidad. Los japoneses ofrecen un manejo neutral, durabilidad y un estilo que busca universalidad, sin lograrlo totalmente. Los estadounidenses aún se aferran a las dimensiones tan generosas como la potencia, sin grandes preocupaciones por los terminados o  una larga vida del producto. Los alemanes son los maestros del buen desempeño, diseño elegante y conducción tan precisa como los terminados. Hasta los casi recién llegados coreanos tienen su estilo, inspirado en el diseño atrevido y ya cosechando los frutos de una búsqueda frenética por la calidad, que se inició a principios de la década pasada. Luego, están los franceses. Desde el país galo lo que recibimos es buen diseño, dimensiones contenidas, economía de combustible y un manejo único, que encuentra un balance entre estabilidad y confort que nadie más logra otorgar. El lado negativo es el cuidado con la construcción, la poca importancia que le imprimían a la durabilidad y universalidad de sus productos, algo que desde hace relativamente poco tiempo entró en su lista de prioridades. En México Cuando Renault finalizó su  -llamémoslo así- primera etapa en México, en 1986, dejó a muchos fanáticos añorando sus productos. Después de eso, los que querían un auto con sabor francés, la opción que arribó primero fue Peugeot, en 1997. Pero Peugeot tuvo un inicio poco afortunado. Su entrada al país se dio en la época de vigencia del mal llamado “decreto automotriz”, que sólo permitía la comercialización de vehículos hechos en el país,  asociado con una marca que fabricara en suelo nacional o bien producidos en un país con el cual México tuviera un acuerdo comercial.  Con la marca del león esto se dio a través de Chile, donde los franceses fabricaban el ya entonces ultrapasado 405, cuando en Europa ya existía el 406. Más tarde vendría el 306, que de igual manera no fue muy exitoso. Ambos sufrían del mismo pecado: durabilidad. Poco a poco fueron llegando modelos más modernos, como el 406 y el 206 y Peugeot, sin nunca haber realmente sido un éxito absoluto, fue creciendo lo suficiente para mantenerse de pie incluso en épocas duras. Para lograrlo, la marca recurrió a productos sudamericanos, que vinieron tanto de Brasil como de Argentina. El éxito fue relativo. Francia, Brasil y Corea Renault, tal vez alertada por el mal inicio de Peugeot, comenzó trayendo productos de Francia, además de los hechos localmente, una fortaleza permitida por su alianza con Nissan. Primero hicieron la Scénic, luego el Clio. Lo demás, es decir, Mégane y Laguna, venían de Europa. Luego de un fantástico éxito inicial, las cosas empezaron a revertirse. La segunda generación del Mégane, importada de Turquía, presentó aún más problemas de calidad que el Laguna. Todo esto, junto a problemas de calidad de servicio, la pusieron en muy mal estado. Tan mal, que en 2008 había la amenaza de que, de nuevo, la marca se fuera del país. Por suerte para Renault, el director general que les llegó tuvo la inteligencia y sensibilidad de entender el problema y la fuerza para combatirlo de frente. Olivier Murguet percibió que lo que la marca necesitaba era buen servicio y buen producto. En una palabra: calidad. Para las vías mexicanas, esa calidad no se encontraba en Francia. Por esto, fueron buscar productos en Brasil, caso del Sandero y Stepway. También trajeron autos desde mucho más lejos, al poner en suelo nacional los coreanos Koleos, Safrane y Scala. El resultado sigue siendo espectacularmente bueno. Las ventas de la marca no paran de crecer, para deleite de sus directivos y concesionarios, pese a la tristeza de muchos “renoleros” tradicionales. Dos opciones para una difícil elección Hoy en día, Peugeot vuelve a tener productos exclusivamente importados de Francia, apostando en el nuevo momento de la marca, ahora más atenta a la calidad que antes. Renault, ya lo vimos, apuesta justamente por lo opuesto. Tal vez ya no haya ese “savoir faire” en los autos que la marca comercializa en México, pero aparentemente hay muchos más consumidores en búsqueda de calidad y confianza, que del gusto tradicional por un auto francés. No hay forma de saber quién tiene la razón entre las dos. Hasta porque es posible que ambas estén correctas. Pero será sin duda muy interesante ver, en los próximos años, si el mercado mexicano realmente prefiere sabor o durabilidad, resistencia.

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