Martes, 26 de Noviembre 2024

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De corruptos, corruptores y corrompidos

Por: Diego Petersen

De corruptos, corruptores y corrompidos

De corruptos, corruptores y corrompidos

Uno de cada tres jaliscienses que realizaron trámites gubernamentales durante 2013 aceptó haber realizado un acto de corrupción en alguno de ellos. Esto nos coloca en el sexto lugar nacional, pero a como van las cosas, pareciera que nos estamos esforzando a llegar al top 5 y luego al cuadro de honor, pues la percepción de que la corrupción va al alza está en todos lados.

La característica más importante de la corrupción es que es de ida y vuelta. Es decir hay un corruptor y un corrompido. Normalmente cuando hablamos de corrupto pensamos inmediatamente en el funcionario público, en el que recibe la mordida, e incluso socialmente tendemos a ser condescendientes con el corruptor: tuvo que dar mordida para liberar la licencia; si no aceitaba al inspector habría perdido toda la mañana arreglando el asunto; si no le hubiese soltado una lana al secretario del juzgado nunca habría avanzado el caso, etcétera. Y sí, efectivamente los corruptores siempre tienen una buena razón para dar mordida y no verse a sí mismos como corruptos. Cuando se levantan en la mañana y se ven al espejo no dicen qué corrupto soy, sino qué hábil soy.

Burocracia, ineficiencia y corrupción van de la mano. Cada nuevo trámite, cada nueva ley o reglamento es una oportunidad para la corrupción. Hay una queja generalizada entre empresarios sobre lo complejo e ineficiente que se ha vuelto realizar cualquier trámite en el sector público. Lejos de mejorar, la tramitología va en reversa: las ventanillas únicas son en realidad un limbo donde se pierden los expedientes; en los trámites de licencias de comercio o construcción en los ayuntamientos todo solicitante es culpable hasta que demuestre su inocencia, de preferencia con billete, o bien, si es realmente culpable, demuestre solvencia y capacidad de pago.

El combate a la corrupción tiene que ser por las dos vías. Hay que castigar al que pide y recibe, pero también al que ofrece y da. Es cierto que si los que nos gobiernan son más honestos tiende a bajar un poco la corrupción, pero para nada la erradica. Hemos tenido algunos alcaldes y gobernadores esencialmente correctos y el cambio en materia de corrupción ha sido realmente mínimo. El gen de la corrupción está en la sociedad, está en nosotros mismos, en nuestra facilidad con la que soltamos dinero para solucionar un problema, como que recojan la basura; para evadir una responsabilidad, como dar mordida tras pasarnos un alto; para torcer la ley y obtener un permiso, una autorización o una licencia que no procedía.

Mientras en nuestra cultura el ser honesto sea pariente de ser tonto y por el contrario, ser corrupto sea sinónimo de inteligente y audaz la guerra está perdida. La lucha contra la corrupción hay que ganarla batalla por batalla y sobre todo en la mente de los jóvenes.
 

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