Jueves, 26 de Diciembre 2024

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Combustible verde

Por: El Informador

Por Miguel Alemán
En la película “Cuando el destino nos alcance” (Soylent Green, 1974), vemos a Charlton Heston y a Edward G. Robinson encarnar a personajes inolvidables en una escena en la que tienen que pedalear una bicicleta estacionaria para cargar una batería de automóvil y tener electricidad en el lugar en el que habitan. Éste es el escenario que todos menos deseamos. Por ello es necesario tener una política energética a través de la cual se desarrollen y pongan en práctica energías alternativas, así como procesos para elevar su eficiencia.
Del 20 al 26 de junio, Le Bourget, París, celebró la 49a. edición del Salón Internacional de la Aeronáutica, evento en el que se presentaron, entre otras cosas, los resultados obtenidos por una línea aérea mexicana que realizó vuelos con biocombustible derivado del aceite de jatrofa. Esto sitúa a nuestro país dentro de las naciones que están realizando esfuerzos trascendentes para lograr la transición de los combustibles tradicionales a los biocombustibles de nueva generación. Estos últimos tienen, entre sus principales características, el beneficio de ser una fuente renovable de energía y generar menores índices de contaminación ambiental. La jatrofa (arbusto oleáceo) es una planta de la familia de las euforbiáceas que se produce en el Estado de Chiapas. La conveniencia para ser utilizado como “combustible verde” en los aviones comerciales tuvo que cumplir grandes exigencias técnicas de las empresas europeas más importantes que surten equipo a la empresa Airbus. Europa tiene una visión distinta a la de México en su política energética. Los automóviles privados funcionan, en su mayoría, con motores a diesel, lo que hace más económica su operación y más eficiente el procedimiento de refinación en términos ambientales. En abril de 2011 se realizó en México el primer vuelo de demostración con el uso del biocombustible de jatrofa; fue la primera ocasión en que una línea comercial mexicana realizó este tipo de vuelos. Es evidente que para México se abre una importante oportunidad para el desarrollo de una nueva industria del biocombustible, porque inyecta recursos frescos al campo, aporta nuevas tecnologías a la agroindustria y, seguramente, su demanda será cada día mayor. Sería una posición muy cómoda esperar pasivamente a que el Gobierno ofrezca incentivos para desarrollar esta industria. Lo que realmente es necesario es identificar las mejores opciones de inversión para que el transporte aéreo mexicano pueda beneficiarse de estas innovaciones tecnológicas y, en consecuencia, tener cielos más limpios. Es un viejo debate definir si las fuentes de energéticos fósiles (petróleo) son escasas y sorprenderán al modelo económico vigente con una falta súbita de estos recursos. Por otro lado, hay estimaciones de que las reservas de petróleo en el planeta pueden cubrir las necesidades de varias generaciones. En este escenario la energía nuclear ha sido pensada siempre como una opción inmediata de energía eléctrica. Debido a los riesgos y costos de manejar los desechos radioactivos, es indiscutible que a las nuevas generaciones les corresponde explorar cada vez más las alternativas de energía (eólica, solar, geotérmica, hidrológica y los biocombustibles). En este tema, el papel de los gobiernos y de los empresarios es acercarse a los espacios académicos para que la teoría y la experimentación se incorporen a los procesos de inversión y producción comercial de estas nuevas tecnologías de fuentes energéticas. Alemania, por ejemplo, se puso un plazo hasta 2022 para dejar de usar la energía nuclear; la inversión e investigación científica estarán encaminadas a las energías alternativas. Si bien la industria automotriz tiene una serie de restricciones en materia de biocombustibles, el terreno de la aeronáutica es idóneo para desarrollar esta industria, misma en la que México está nuevamente ante la gran decisión de colocarse entre los primeros lugares del mundo en esta rama o quedarse esperando a que otros países desarrollen este biocombustible y nos lo vendan. Rúbrica: Torre de Babel electoral. Las restricciones del IFE a la publicidad electoral nos demuestran que la comunicación es como el agua, por más que se intente contenerla siempre encuentra su curso..., ¡aguas!

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