Un 4 de febrero inauguró la Plaza oficialmente el Gobernador Francisco Medina Ascencio y la construyó uno de los empresarios más apasionados que ya era dueño de la Plaza de Toros de Monterrey y de Plaza La Luz de León Guanajuato que también llevaba el nombre de Rodolfo Gaona.Esta Plaza en Guadalajara, tuve la gran suerte de hacer el proyecto arquitectónico y conocer a Leodegario Hernández, que era muy amigo del gran torero en ese tiempo Juan Silveti, que además era amigo mío. Conocí a Leodegario, de Arandas en los Altos de Jalisco, en el cuarto de hotel en Aguascalientes donde estaba Juan Silveti y Humberto Moro (QEPD), íntimo amigo de Leodegario; estuvimos platicando buen rato, había toreado con éxito en la Feria de Aguascalientes, Leodegario bastante entusiasmado me comentó: “mira, anoche perdí en la feria 100 mil pesos, pero hoy en la noche voy a ganar 200 mil, ahí nos vemos”.Como yo no lo conocía, no sabía el arrojo que tenía Leodegario, que en una corrida regaló cuatro toros y en total se lidiaron 10; él apoyó siempre a Manolo Martínez y a Eloy Cavazos, eran sus consentidos. Nos encontramos en la noche en la feria, él iba entrando a la mesa de albures donde decía: máxima apuesta 10 mil pesos. Entonces Leodegario le dijo al croupier: “yo voy a apostar 50 mil, háblale al dueño y juego con él”, le hablan y acepta, se llena de gente alrededor porque nadie apostaba 50 mil pesos en los albures. Leodegario había cambiado 200 mil pesos en fichas de mil y puso los 50 mil, salieron las dos cartas, escogió una y ganó; ya traía 100 mil pesos y dijo: “van”, dejó los 100 mil pesos; pidió otro croupier y dijo: “déjame ver las barajas nuevas”, las revisó, apostó los 200 mil pesos y ganó otra vez, ya tenía 400 mil pesos.Con nosotros estaban sus amigos los toreros Rafael Rodríguez y Humberto Moro y le dijimos: “salte ya”; él contesta: “no, quítense, ustedes no se metan”; entonces yo lo agarré y lo saqué diciéndole: “ya, no vas a perder 400 mil pesos, no es posible que ganes otra vez, esto es un volado”; total lo convencí, le dieron un cheque de 350 mil pesos, lo guardó y en su sombrero puso 50 fichas que quedaban de mil pesos, venía caminando y uno de los espectadores le dio un manotazo al sombrero y se cayeron todas las fichas como piñata, se agachó a juntarlas y la gente hizo lo mismo para recogerlas; Leodegario recobró 20 nada más.En ese tiempo yo acababa de cumplir mi primera etapa estudiando karate, ya era cinta verde; a los que estaban agachados era fácil darles un pequeño golpe en el cuello, así lo hice y quité como a cuatro y levanté a Leodegario que sólo traía 20 fichas y le dije: “ya vámonos”, él contestó: “sí, ya vámonos”. En la puerta un policía se dirige a mí: “usted no se va, espérese”; yo le pregunté: “¿por qué?”, me dijo: “ese que está ahí que usted le pegó no despierta”; “¿cómo?”; le pusieron alcohol, tequila, agua y no se movía, al cabo de 10 minutos despertó y ya nos fuimos.Al día siguiente, hospedado en la Hacienda La Punta con Cuquis mi esposa, que no fue a la feria porque estaba de luto; éramos muy amigos de los señores Madrazo, Paco y Esperanza, quienes invitaron a comer a Leodegario y él comentó ahí: “voy a hacer una Plaza en Guadalajara”; “¿sí?, ¿cómo?”; “sí, tengo el plano”; mandó por él y era realmente pésimo el concepto, si se hubiera hecho habría estado destinado al fracaso. Yo le dije: “mira Leodegario, yo te hago la Plaza”; “no, ya la quiero empezar”; “yo te la hago y te ayudo a sacar los permisos”; entonces había cierta reticencia de dar el permiso, pues argumentaban que dos Plazas en Guadalajara no cabían.Entonces Leodegario me dijo: “en 15 días quiero el proyecto, si no, no lo haces”; el proyecto era de un ingeniero, muy buen estructurista, que al final realizó la estructura de la Plaza ya con el proyecto que yo hice. En ese lapso fui a México a ver cómo funcionaba una Plaza de Toros, desde el desembarque, los corrales, los toriles, enfermería, palcos oficiales, etc.; total, en 15 días, trabajando hasta las 3 de la mañana, le mostré el concepto terminado de la Plaza de Toros, le encantó a Leodegario y dijo: “¡la hacemos!”.Así fue como se hicieron los planos ejecutivos, el cálculo estructural lo hizo el ingeniero Torres. La Plaza tiene 46 mts. de diámetro el ruedo, 2.50 mts. de callejón, es la más cómoda y eficiente de todo México; no es por nada, pero todos los asientos tienen respaldo y descansabrazos, además cuenta con 16 puertas que las abrieron solamente un tiempo, que fueron diseñadas y funcionaban para que el viento no bajara y pasara por las puertas y no molestara al torero en su faena, también tienen la capacidad de que se desaloje la Plaza en siete minutos.Pues esta fue la Monumental de Jalisco, así le puso Leodegario; luego tuvo problemas en sus negocios y se la vendió a Nacho García Aceves que era dueño de la Plaza el Progreso; estuvo cerrada 10 años, luego le vendió la mitad de la propiedad a Alberto Bailleres, dueño de muchas plazas en todo México, después, al morir Don Nacho que fue un gran empresario y taurino, Nacho García Villaseñor su hijo se quedó con la mitad de la Plaza y en unos años la vendió a Bailleres; ahora la opera un magnífico gerente y Empresario Alfredo Sahagún, quien la ha hecho revivir con el éxito que pocas tienen y la mantiene muy bien conservada.Amigos, quiero decirles que en los 50 años que cumplió la Plaza, actualmente llamada Nuevo Progreso, ha tenido grandes éxitos, han estado ahí los mejores toreros del mundo desde Antonio Ordóñez, El Cordobés, Paco Camino de España y de otros lugares como Roca Rey, grandes figuras mexicanas como Capetillo, David Silveti y otros, y ahora Joselito Adame, Diego Silveti.El éxito que ha logrado la Plaza se debe en gran parte a la extraordinaria dirección y combinación de ganaderías y toreros que ha manejado Alfredo Sahagún.