Jueves, 26 de Diciembre 2024

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— Tía Cleta

Por: Jaime García Elías

— Tía Cleta

— Tía Cleta

Las obras de repavimentación alrededor de la Glorieta Minerva comenzaron —literalmente— sin decir “¡agua va...!”. —¿Por qué no avisaron? —se le preguntó a un funcionario de la comuna. —Porque si avisamos, nos las paran —fue la lacónica, rotunda, incontrovertible  respuesta. —II— Ya dirán los sociólogos, en su momento, si, como se especula, fue a raíz de las explosiones del 22 de abril en el Sector Reforma, que cambió el talante de los habitantes de Guadalajara. Lo cierto es que los tapatíos, antaño, no eran así de levantiscos. Pocos, en tiempos pretéritos, se atrevían a levantar la voz para pronunciarse en contra de las disposiciones que el supremo Gobierno (“que no se equivoca nunca”, diría Pito Pérez) se dignaba tomar. Los más, entonces, asumían, sumisos y hasta complacidos, el rol que les asignó, desde la Colonia, el Virrey Marqués de Croix: eran los súbditos, con plena conciencia de que nacieron “para callar y obedecer”. Pero unos tiempos traen otros. Y así como abortaron las demás líneas contempladas en el proyecto original del Macrobús o la idea de construir un túnel por la Avenida Vallarta, debajo del actual en la Glorieta Minerva, verbigracia, comienza a escucharse “el rumor de la discordia” —como dice la leyenda en el tímpano del Teatro Degollado— a raíz de nuevas ocurrencias de la autoridad... Caso concreto, los proyectados “pares viales” en las avenidas La Paz y Niños Héroes. Y no porque las ideas sean intrínsecamente malas, sino porque quienes tienen sus respetables razones para cuestionar o, de plano, para oponerse a ellas, suelen ser más ruidosos que quienes aprueban, secundan o simplemente acatan mansamente las disposiciones gubernamentales. —III— Aun a sabiendas de que la sangre no llegará al río, y de que las divergencias con respecto a los proyectos oficiales no alcanzan a ser el germen de una guerra civil, ni mucho menos, el perjuicio que resulta de la incapacidad de los gobernantes para “socializar” tales proyectos, consiste en que los teóricos gestores del bien común se vuelven timoratos y pusilánimes. Se vuelven especialistas en nadar “de muertito”... Sobre todo quienes ven los cargos públicos que desempeñan como escalones para acceder a otros, prefieren la inacción a la acción, a partir de la premisa de que la mejor manera de no equivocarse es no hacer nada. Aprenden muy rápido, pues, que si abren la boca les puede suceder lo que al proverbial perro de Tía Cleta...

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