Jueves, 26 de Diciembre 2024

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— Rogativas

Por: Jaime García Elías

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En “El Entierro del Enano”, el humorista brasileño Chico Anysio relata el infierno que vivieron miles —cuando no millones— de ciudadanos que se desplazaban con las premuras habituales por las calles de una urbe sudamericana (que no debería ser, por cierto, muy diferente a Guadalajara). De repente, a media tarde, el tráfico se paraliza por completo. Viaductos, avenidas y calles secundarias dejan de ser vialidades propiamente dichas, para transformarse en un gigantesco estacionamiento. Transcurren minutos que parecen horas. El episodio es tanto más fastidioso cuanto que nadie sabe qué lo ha ocasionado... Por allá a las tantas, una vez que el tráfico empieza a fluir, a vuelta de rueda —literalmente— y el atasco vial a disolverse, se descubre la causa: la descompostura, en pleno viaducto, de la carroza funeraria en que llevaban al cementerio... a un enano. El relato concluye con la exclamación —resumen de la frustración y la impotencia acumuladas por las miles de horas hombre perdidas en el incidente— de uno de los afectados... —¡Y tanto lío por esto...! —II— El cuento viene al caso por los dos o tres colapsos viales que ocurrieron en días pasados en la única salida al Sur de que dispone la Zona Metropolitana de Guadalajara. En todos los casos, la causa fue la lluvia que inundó y dejó prácticamente intransitable un paso a desnivel... Es decir que las miles de horas hombre que aquí se perdieron cada vez que se abrieron de par en par las compuertas celestiales —y las miles más que se perderán cada que el suceso se repita...—, se explicarán, una de dos: por la imprevisión de los proyectistas —contratados, obvia decirlo, por “el supremo Gobierno, que no se equivoca nunca”, como decía Pito Pérez en la célebre escena del fusilamiento—, incapaces de tomar en cuenta las peculiaridades de los chubascos tapatíos... o por su incapacidad para poner en sus magnas obras algo tan elemental como un vulgar drenaje. —III— No hay duda: a las fervientes rogativas anuales de los fieles para que la Virgen de Zapopan colme de bendiciones la tierra en que decidieron asentarse sus hijos predilectos y les dé un buen temporal, habrá que añadir una salvedad similar a la que incorporó a sus preces la mujer que tanto había implorado por un marido: “Por esposo te pedí, Señor, un hombre santo, / y hoy te vengo a pedir... ¡que no sea tanto!”.

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