Cuando nació como tal el “Clásico” entre América y Guadalajara, hubo quienes lo vieron como la versión futbolera de otro clásico, aunque éste de la cinematografía: “Nosotros los pobres y ustedes los ricos”…Y no era propiamente que el abismo entre las clases sociales se reflejara en las dos instituciones. Es verdad que al América de aquellos tiempos se le comenzó a llamar “de los millonetas”, porque fue el primer equipo mexicano que pagó a sus jugadores extranjeros de ese tiempo —los brasileños Urubatao, Moacyr, Ney y Zague (padre de Zaguinho)— un salario que en el futbol de entonces se antojaba estratosférico, aunque en el de hoy sería irrisorio: ¡mil dólares mensuales!El Guadalajara, curiosamente, tuvo que doblar las manos y pagar un salario similar (12,500 pesos) a sus dos jugadores mejor cotizados, Salvador Reyes y Héctor Hernández, a raíz de que éstos, como medida de presión para que se les pagara ese sueldo, se negaron a jugar en el arranque de la temporada.*La negativa de Reyes y Héctor dio pie a que Javier de la Torre —quien hacía poco había reemplazado a Arpad Fékete como entrenador— incluyera en el eje del ataque, para jugar contra el Atlante, a un jugador bisoño: Juan “Xochimilca” González (apodado así por la pelambre similar a la de unos “excéntricos musicales” que estaban de moda). Suerte de novato o lo que hubiera sido, el “Xochimilca” anotó los goles con que las “Chivas” ganaron por 2-0.Para el siguiente partido, Reyes y Héctor volvieron a la alineación. El Guadalajara, que iniciaba la era del “Campeonísimo”, fue una máquina de ganar partidos…*Ya en la recta final del campeonato —eran torneos “largos”, con 14 equipos en el circuito—, a raíz de la insistencia de un periodista de la capital (Antonio Huerta, director y cronista del diario “Esto”) en que se dieran más oportunidades a aquel “Xochimilca” González que tan promisorio debut había tenido, Javier de la Torre aprovechó una visita de los rayados a la capital, en que el resultado era casi irrelevante, para alinearlo.El famoso “Xochimilca” se quedó absolutamente inédito… y don Antonio tuvo que aceptar que aquel muchacho —al que la diosa Fortuna no volvió a sonreír en la vida— tuvo sus 90 minutos de gloria, un poco a la manera del burro de la fábula, que alguna vez tocó la flauta… “por casualidad”.