Martes, 26 de Noviembre 2024
Entretenimiento | FRANCISCO GOITIA (IV)

Visiones de Atemajac

Después brincó a Italia donde pasó otros cuatro años. Más de lo mismo. Cuadros correctos…

Por: EL INFORMADOR

Después brincó a Italia donde pasó otros cuatro años. Más de lo mismo. Cuadros correctos. Bellas representaciones de las ruinas del Foro Romano pero hasta ahí. Parece que Goitia evadía su realidad. Tal vez por inexperiencia propia de la juventud; tal vez por lo que hoy llamamos "snobismo"; o quizá enfrascado en una estancia de soledad y privaciones un tanto cuanto masoquista, el caso es que Goitia, durante 8 largos años europeos se ensimismo en una etapa mas bien anodina. México, su realidad, lo esperaban.

¿Cómo llegó a Italia? Le escribió en 1907 a Justo Sierra para solicitarle una modesta pensión que le fue otorgada gracias a los positivos recortes de crítica y un lote de cuadros enviados a México como avales. En 1908 se instaló en Roma y se dejó permear -nada más natural- del humanismo renacentista. En 1911 se sumó a la conmemoración de los 50 años de la unificación italiana al participar en la Exposición Internacional de Bellas Artes. Un año antes, coincidiendo con el estallido de la Revolución Mexicana, se desayunó con el anuncio de la suspensión de los apoyos. Subsistió precariamente en Europa un par de años más pero arribado el año de 1912 tuvo que regresar a su patria.

Aunque no simpatizaba con el movimiento revolucionario vio la conveniencia de sumarse a las filas villistas toda vez que esta condición le permitía obtener salvoconductos tanto para transitar por tierras zacatecanas como para desarrollar su obra pictórica. Es la época de algunos de sus Ahorcados, del Baile revolucionario, del Maderista y del estupendo La Bruja. Todos destilan como diría el maestro Orozco: "Sainete, drama y barbarie". O dicho de otra manera: el niño Goitia que era chillón, y la nana revolucionaria que lo pellizcaba.

Tales momentos históricos permitieron, sin embargo, cierta renovación de estructuras. Una tenía que ver con la revaloración de la condición y cultura indígenas. Se trataba de una verdadera cruzada que incluía a las clases populares y campesinas. Se descorría el velo que a lo largo de varias etapas cubrió el México Antiguo así como el imaginario del mundo rural. El antropólogo Manuel Gamio -entre otros muchos intelectuales y activistas- pugnó por un "desarrollo moral, económico y artístico de las razas indígenas".

 Casi una utopía. Hacia 1918 un proclive Goitia se adhiere al proyecto multidisciplinario de Gamio para rescatar integralmente al Valle de Teotihuacán. Se le encomiendan registros plásticos de los rasgos fisonómicos nativos como por ejemplo la morfología de cabezas, forma de pelo, color de piel y dirección de ojos. Incluía un registro documental de las vestimentas y ceremonias rituales religiosas. Como verán su labor se desarrolló como la de un pez en el agua.

¿Por qué cuestiono en el párrafo anterior las bondades de las reivindicaciones indigenistas? Porque en realidad, seamos sinceros, no se han cumplido a cabalidad. Antes al contrario, tanto los regímenes y sociedades emergentes han traicionado tales premisas. Este país no respeta la suerte del mundo indígena, ni del campesino o el rural. Los enfocan desde una perspectiva demagógica, racista y folclorista. Es un verdadero boquete que impide la reconciliación y la sanación identitaria. Nos negamos a nosotros mismos. Las mujeres del "Tata Jesucristo" siguen llorando desconsoladamente.

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