Martes, 26 de Noviembre 2024
Entretenimiento | Por Enrique Navarro

Visiones de Atemajac

Francisco Goitia (III)

Por: EL INFORMADOR

¿Quiénes integraban las generaciones educadas en la escuela de Francisco Goitia  por aquellas épocas? Gente como Ángel Zárraga, Orozco, Montenegro, Rivera, Herrán o Alfredo Ramos Martínez, entre otros de gran talla. ¿Quiénes fueron sus maestros? Gedovius, Jose María Velasco, Ruelas, Rebull, Félix Parra y Leandro Izaguirre. Como verán, estamos hablando que el joven Goitia cohabitó con las ligas mayores.

Sus condiscípulos lo recuerdan callado, circunspecto, dedicado. El joven aprendiz llegó a declarar que reconocía la valía de sus maestros, pero que, sin embargo, no le satisfacían sus enseñanzas: sabía que sabían, pero no lograban transmitirle sus conocimientos. Este problema, para quienes hemos estado en una academia de arte, es un mal común. Difícilmente las escuelas de arte en el ámbito mexicano enseñan a sus educandos los “secretos” o el aliento profundo de la vocación artística. Enseñan dos o tres trucos técnicos; puede haber modelos atractivos; te ponen en contacto con ciertos maestros que te ofrecen un testimonio de vida, pero, finalmente, no te muestran el camino singularísimo que cada persona debe transitar. Ese camino es una experiencia asumida en la soledad del taller particular, frente al proceso creativo intransferible y dentro del marco de intereses de cada cual. Un joven intuitivo y dotado como Goitia así lo comprendió. Seis años después, hacia 1904, una vez agotada su academia mexicana, enfila sus rumbos hacia Europa. Era una moda voltear la mirada hacia el viejo continente para encontrar respuestas. Él pensaba que por aquellas tierras completaría su  formación o aguzaría sus visiones. A mi juicio no fue así. Fue hasta que regresó y profundizó en la realidad mexicana que Goitia pudo crear obras superiores y con aliento personal.

Pero, ¿cómo logró irse una larga temporada a Europa aquel joven callado de 22 años? En principio, le volvió a pedir apoyo a su padre. No sabemos si para aplacar su conciencia o por verdadera solidaridad con el hijo, el caso es Don Francisco vendió una propiedad y financió el viaje y estancia en Barcelona del joven artista. Goitia asistió al taller de un renombrado pintor catalán llamado Francisco Galí, quien opinaba de su pupilo: “…el más pobre, el más sencillo, el más bueno y uno de mis mejores alumnos”. Otro catalán, el mecenas Luis Plandiura, también se hacía acompañar del joven Goitia, a quien recuerda con un “fardel” cargado con, entre otros libros, los versos de Rubén Darío y Amado Nervo. Dicen los historiadores de Goitia que con Galí aprendió composición, efectos lumínicos, así como el “plen air” propio del paisaje impresionista. No lo dudo. Lo que sí cuestiono es el hecho de querer ver esta etapa como fundamental para el devenir iconográfico de nuestro artista. La ejercitación catalana -que por cierto duró cuatro años- era decorosa y correcta, pero, en honor a la verdad, no abonó sustancialmente a las futuras imágenes goitianas. En 1906 exhibió -en el Salón París de Barcelona- 39 trabajos de naturalezas muertas y paisajes y arquitectura de interiores de Garriga, Ibiza, Montseny, Montserrat y Barcelona, los cuales, viéndolos en su justa valía, poco o nada aportaron a la construcción de su visualidad. Están correctamente hechos. De acuerdo. Destilan cierta atmósfera lóbrega, mística, desolada. Ciertamente. Pero recordemos que Goitia traía su música por dentro. No tenía que pasar los años en Europa para representar lo que hizo. En cualquier lugar lo hubiera hecho. Era su propensión natural.

Navatorr@hotmail.com

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones