Vamos al cine Por: Carlos Cortés

Vicky Cristina Barcelona es el título de la obra estrenada en España con la intención, según su autor, de rejuvenecer su obra sobre un sentido cosmopolita y sofisticado.
Vicky Cristina Barcelona inició su estrategia en la misma ciudad, Barcelona para la que el hábil realizador no ha escatimado elogios; por demás merecidos para el puerto mediterráneo donde se entrelazan sexo y sentimiento, los actores Penélope Cruz y Javier Bardem.

La trama sentimental es obvia entre féminas estadounidenses y el pintor español un tanto cínico, para quienes el mundo se reduce a propuestas con desenfado hasta que… detona la historia con la aparición de la ex pareja del pintor Bardem.

Nada extraordinario en el guión, excepto el toque que Woody Allen sabe dar a sus realizaciones. Ahí está el valor agregado al punto de haber conseguido aplausos en el afamados Festival de San Sebastián, real plataforma publicitaria para hacer de Vicky Cristina Barcelona el éxito que al alguna manera constituye el reto para el neoyorquino, por su estilo tan peculiar y en ocasiones introspectivo y obscuro.

La consideración obvia y a la vez difícil de resolver en el terreno empresarial es el cambio de gustos en la juventud contemporánea que dificulta la concentración temática y tratamiento convencional para hacer exitosa una película, no sólo por la concurrencia a la taquilla sino por los efectos colaterales en productos y servicios para los que se convierte en plataforma publicitaria.

Ese público joven ejerce una exigencia creciente en todos sentidos y le da o quita valor agregable, no sólo al dinero aportado en la taquilla sino al tiempo que dedica al cine y resta a otras actividades. Por esta y múltiples razones más, películas como Vicky Cristina Barcelona tienden a elevar al espectador hacia otros niveles de expectativa.

Dios nos guarde de la discordia.

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