Vamos al cine

GUADALAJARA, JALISCO (13/ABR/2011).- El reconocimiento a Jesús Ochoa invoca un sentimiento de autenticidad al hombre rondando el medio siglo de vida y al actor identificado con la personalidad del mexicano norteño, sonorense como lo fue María Félix, poseedor de sonrisa conmovedora por irónica y un tanto ingenua.

La trayectoria de Jesús Ochoa no es la del galán conmovedor de corazones femeninos. Sin llegar a lo contrario muestra carácter y, sobre todo, la capacidad de existir y triunfar en el arte. A partir de los años setenta y ochenta incursiona en el teatro, -El Jefe Máximo le vale reconocimiento de críticos y cronistas-, doblaje, televisión y en lo fílmico participa en comerciales y pequeñas partes de largometraje.

Las preseas Ariel, Movie Awards y de Periodistas Cinematográficos preceden al reconocimiento de que fue objeto en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), donde se reúnen méritos auténticos a un “guerrero del cine”, como tantos para los que constituye ejemplo, en el arduo camino del arte.

Más allá de los méritos artísticos, es digno reconocer la capacidad humana con indeclinable esfuerzo en pos del triunfo en este hombre que por lo mismo constituye un ejemplo a seguir para jóvenes y adultos en cualquier actividad.

Sin ser la super estrella con escándalos de protagonismo pasajero en los medios, Ochoa rompe los moldes siempre de moda en el gremio artístico, siendo éste quizá el valor, digno de reconocimiento y mayor mérito. Con orgullo expresa una trayectoria rica en experiencias modestas y ricas en el hacer frente a una cámara o escenario teatral y más de algún micrófono de doblaje.

Quizá estemos frente a un personaje de la vida real en quien concurran cualidades para convertirlo en el ícono actual; el que está aguardando la juventud, expuesta a múltiples avatares sin el surgimiento de la personalidad con las características suficientes para formar el mimetismo del ídolo con quien identificarse.

Dios nos guarde de la discordia.