Vamos al cine

GUADALAJARA, JALISCO (31/DIC/2010).-  El arte es vocación cultivada con esfuerzo, aunque más de alguna ocasión es incomprendido; el cine no es la excepción sujeta a los costos de producción principalmente y las circunstancias de la época, como ocurrió con las producciones de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, donde el medio cinematográfico refrendó la identidad y afirmó el sentimiento de la Revolución con causas y consecuencias.

Sin embargo, ahora los costos de producción se han hecho accesibles y la creatividad se sobrepone con los instrumentos tecnológicos de alta definición para ofrecer películas de largo y corto metraje dotadas de mayor contenido social al espectador. Algunas ganadoras del Ariel: Desierto adentro, Lake Tahoe,  Arráncame la vida, Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, Los Herederos,  Bajo la sal, Su mercé, Jacinta, Café Paraíso, Leonera; no todas del dominio público por ser de menor atractivo para las distribuidoras y exhibidoras, lo que no desanima a los productores jóvenes y sabedores que la cuesta es difícil para alcanzar la cima.

Es larga la lista de los directores, productores, escenógrafos, maquillistas, editores y desde luego, camarógrafos que con denuedo entregan tiempo y en más de un caso costos económico con tal de ver su trabajo en la pantalla grande o chica. Son más de cien las producciones mexicanas del año pasado y esto merece un reconocimiento público.

Qué hay talento, eso ya nadie lo discute y quizá lo que falte sea mayor promoción en los niveles nacional y extranjero para que fluya el gusto por el nuevo cine mexicano con su enfoque actual, reflejo de México 2011. Ahí es donde entra la juiciosa mercadotecnia del arte, por el arte y para el arte cinematográfico.

Dios nos guarde de la discordia.