Vamos al cine

El Cine como industria y espectáculo está en pleno cambio y así lo proyecta, obviamente, en la pantalla grande y primeramente en los festivales en diversos países de los que no es excepción México con Morelia y Guadalajara.

Hace pocos años no se hubiera concebido un festival cinematográfico nutrido por producciones documentales o animaciones de corto y largo metraje y mucho menos que destacara títulos como “El puente” o “Bajo la sal” que deja muchos elementos de reflexión acerca de nuestros activos polarizados en la infraestructura de la Ciudad de México y otro ubicado en Guerrero Negro a medio trecho de la Península de Baja California –de la que tenemos múltiples noticias, pero de crímenes en su extremo noroeste o sea la sin par: Tijuana-.

Pues “Bajo la Sal” es otra cosa y tampoco incursiona en la desquiciante nota roja o el escándalo invitando al morbo o sexo. La analogía con el esfuerzo de hombres y mujeres dedicados a la industria, siembra la posición respecto a cuánto nos falta conocer de nuestro territorio y comprender que no todo es negro, con o sin petróleo, y que la sal es un activo vigente aunque en menor proporción a la preponderante que lo fuera en tiempos precortesianos.

Las facilidades y posibilidades del sistema digital resultan exponenciales. Es abrumadoras la cantidad de producciones y con ello festivales extendidos en la temática interpretaciones de “Mama mía”, otros en África, sin faltar la socorrida denuncia de la que el Cine aún no llega al sitio privilegiado del medio idóneo a pesar de su atributo integrador de conciencia colectiva.

La búsqueda de temas, no cabe ya duda, es el principal objetivo del nuevo cine al que se atribuye por sobradas razones la difusión y formación cultural de las generaciones emergentes en su tránsito por la tercera década de edad. La medida de resultados se dará muy pronto en la taquilla, que ahora no sólo es en salas sino a través de los sistemas electrónicos.

Dios nos guarde de la discordia.

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