Jueves, 14 de Noviembre 2024
Entretenimiento | El actor Raúl Quintanilla ve en el teatro su próximo reto

Un maestro de corazón

Raúl Quintanilla, quien lleva 15 años en la formación de actores, ve en el teatro su próximo reto

Por: SUN

Raúl Quintanilla es uno de los pilares en el engranaje de Azteca Teatro. EL UNIVERSAL  /

Raúl Quintanilla es uno de los pilares en el engranaje de Azteca Teatro. EL UNIVERSAL /

CIUDAD DE MÉXICO (14/MAY/2012).- El nombre de su página electrónica lo define de cuerpo entero: maestroquintanilla.com.mx. Ha sido director del Centro Universitario de Teatro (UNAM) y, desde hace tres lustros, está al frente del Centro de Formación de Actores para Televisión: Azteca Cefat. También ha dirigido obras como Playa azul, Los negros pájaros del adiós, María Estuardo, El criminal de Tacuba, Fotografía en la playa, Cinco mujeres usando el mismo vestido y El otro Einstein.

Azteca Cefat es la cantera actoral de la televisora del Ajusco, de donde han surgido nombres como Ana Serradilla, Silvia Navarro, Víctor González, Andrés Palacios, Paola Núñez, Irene Azuela y un largo etcétera. En entrevista, Quintanilla habla de su vocación magisterial, del proceso creativo, de ratings y de la exitosa serie A corazón abierto, que él dirige y que finaliza el 25 de mayo.

— Mazatleco y corpulento, ¿no debió ser pelotero?

— Me encanta el beisbol, y de pronto sí me meto a las jaulas de entrenamiento, donde una maquinita te manda pelotas y tú bateas a lo que venga.

— ¿Qué le evoca la palabra “maestro”?

— Muchas cosas buenas, extraordinarias. Uno es la suma de los maestros que ha tenido, los libros que ha leído, las palabras que ha dicho y las cosas que ha perdido.

— ¿A cuáles maestros recuerda?

— A las maestras de primaria que me enseñaron el orden y la pulcritud; a un maestro de preparatoria que me transmitió el entusiasmo por la ficción. El humilde y pacífico acto de bajar la vista y leer en silencio es un placer incomparable. Recuerdo a maestros tan brillantes como Ludwik Margules y Héctor Mendoza, quienes me enseñaron el abecedario de la creación.

— ¿Tiene su propio método como maestro de actuación y director?

— El punto de partida es la tradición: Stanislavski, Meyerhold, Grotowski, y todo eso lo tienes que volcar en un lenguaje nuevo y con otro sentido. Si agarro un método vanguardista va a pasar de moda en un año; mi obligación es enriquecer la tradición.

— Ha dicho que quiere ser el mejor maestro de México. ¿Qué tal va en ese afán?

— Uno siempre tiene que decir eso como una forma de manifestar a un espíritu insatisfecho pero entusiasmado. Entusiasmarse tiene una raíz griega y significa llevar un dios adentro. Uno nunca debe detenerse ni claudicar. La clave está en el trabajo, trabajo disfrazado de suerte.

— ¿Cuál es su balance en el Cefat?


— Son 16 generaciones de actores que laboran para nuestra empresa y para el cine. Son gente que se ha forjado en el rigor, el afán de trascendencia y la certeza de que el esfuerzo se traduce en consecuencias positivas. Sabemos que no podemos pisar la perfección, pero en su búsqueda llegamos al terreno de la excelencia.

— ¿Los ratings son una buena vara para medir el éxito de la escuela?

— Para mí, el éxito no está en ratings, sino en la trascendencia que alcance el alumno. Un buen rating está sujeto a muchos factores. Al actor le toca ser capaz de sostener una ficción para que la gente se conmueva.

— ¿Le va bien en rating a la serie “A corazón abierto”?

— Han sido ciento y tantas horas de doble dígito, algo que hace mucho no se daba en la empresa. Germán Antuñano y yo la planeamos como una serie-telenovela donde el espacio se moviera, con cámara al hombro, con un lenguaje acorde al tiempo en que vivimos, y con un buen ritmo.

— ¿Qué siente de que “A corazón abierto” llegue a su fin?

— No hay nada más bello que las cosas lleguen a su fin, porque cuando algo termina, quiere decir que algo distinto está por germinar. Fue un trabajo de 200 personas que nos partimos el lomo en buena lid.

— Aparte de continuar en la escuela, ¿qué sigue para usted?

— Queremos montar ''Intimidad'', de Hugo Hiriart, y un texto de Andrés Roemer, Oskar y Jack, acerca de dos gemelos idénticos que son separados desde pequeños y que años después se dan cuentan de que son distintos, uno es pro nazi y el otro sionista.

— ¿Estamos anémicos de buena crítica teatral en México?

— La crítica es el puente entre creación y audiencia. El problema es que, con muy poca experiencia, se lanzan comentarios contundentes. No debe ser un concurso de adjetivos sino una forma de enriquecer la ficción; se confunde el análisis con juicio.

— ¿A qué se compromete usted como miembro del Sistema Nacional de Creadores?

— Dos veces he sido parte del Sistema Nacional de Creadores, y no lo he vuelto a solicitar porque pienso que le toca a otras personas. En su momento, di muchos cursos en el interior de la República y trabajos sobre actuación y producción teatral.

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