Seguiré aquí hasta que Dios me apague la velita: Cepillín

CIUDAD DE MEXICO (12/DIC/2011).- Ricardo González “Cepillín” afirma que con sus espectáculos de circo recorrió siete u ocho veces la República Mexicana, de cabo a rabo, durante los 25 años que se dedicó a esa actividad. En 2006 tuvo que parar luego de sufrir un segundo infarto, pero está de regreso.

Quien alguna vez se presentara en el Madison Square Garden de Nueva York, ahora lo hace por corta temporada en la popular colonia Álvaro Obregón de la Ciudad de México. No es extraño para él, pues en su carrera ha estado tanto en las principales ciudades como en los pueblos más apartados.

Entre 1977 y 1980, Cepillín tuvo un exitoso programa en Televisa y grabó 27 discos. Hoy tiene 65 años y, durante la charla, se burla de su edad.

En los sketches que presenta en el show aparece acompañado por sus hijos Ricardo (“Cepi”) y Roberto (“Franky”). La rutina finaliza cuando el veterano actor se quita la gorra y muestra que no tiene pelo en la coronilla. Niños y adultos ríen, incluso una mujer con discapacidad física que es su fan desde hace 35 años.

Como en todos los circos, los niños pagan precios preferenciales presentando boletos que, horas antes, les han sido repartidos por un vehículo que anuncia el espectáculo por las colonias aledañas; los adultos pagan más y, opcionalmente, el precio de los juguetes fosforescentes que darán acceso a los pequeñines al escenario durante algunos minutos (aunque finalmente todos pasan). Diez familias pagan una cuota extra por tomarse una foto junto a su ídolo y se les entrega casi de inmediato.

— ¿Es muy fuerte la inversión para montar un circo?

— Jamás un artista de la tele ha sido dueño de circo: ni El Santo, ni Capulina, ni La Chilindrina, ni Don Ramón, ni yo. Los que saben de esto son empresarios, gente que nació y creció haciendo circo. Sin pecar de modesto, yo soy muy buen artista y muy mal empresario. Yo no sabría cómo colocar un tubo.

— ¿Ha sido difícil mantenerse vigente?

— La gente no tiene por qué jubilarse. Ahí está Chabelo, que tiene 10 años más que yo y sigue haciendo muy bien su trabajo. Aquí seguiré hasta que Dios diga, hasta que nos quite el aire y nos apague la velita. Mientras tanto, yo salgo al escenario y doy todo; no ando vendiendo mi nombre.

— ¿Actúa todavía como si fuera la primera vez?

— Una vez me dijo Jacobo Zabludovsky: “Trabaje siempre como si fuera la primera o la última vez”. Eso nunca lo he olvidado.

— ¿Regresará alguna vez a la televisión abierta?

— Regresaré cuando Dios quiera. Yo nací en la tele. En Monterrey trabajé durante seis años de lunes a domingo. En Televisa estuve tres años y en ese tiempo hice mil programas; Chabelo tardó 20 años en alcanzar esa cifra.

— ¿No le teme a la inseguridad ahora que regresó a sus giras?

— No. Yo creo que los malos se enfrentan contra los malos y no contra los buenos. De lo contrario, ya se hubiera acabado el país.

— Pero hay daños colaterales, ¿no?

— Donde sí se pasaron fue en lo del Casino Royale, donde había gente inocente de la tercera edad. Fue una verdadera salvajada.

— ¿Cómo recuerda su presentación en el Madison Square Garden?

— No iba yo solo: El Santo y Blue Demon, Capulina, Luis Miguel muy chavito, Los Chamos, toda la vecindad del Chavo y otros más. Una experiencia muy bonita en el escenario, porque atrás es un lugar muy frío, como en todos lados. La magia siempre está frente al público. Yo me sigo admirando de estar ahorita en la delegación Venustiano Carranza, igual que me admiré en el Madison o cuando encabecé un desfile en Disneylandia.

— ¿Se inspiró en Patch Adams cuando decidió disfrazarse de payaso para atender a los niños siendo odontólogo?

— Habría que checar cuándo empezó él y cuándo empecé yo. Tal vez yo fui primero, pero no quisiera una nota polémica donde me jacto de eso. Que cualquier persona haga algo por los niños, me parece bien.

— ¿Cómo logra conservarse en buena forma?

— Me ayuda mucho estar delgado. Si hubiera estado gordo, quién sabe cómo me hubiera ido con todo lo que me hicieron cuando sufrir los infartos.

— ¿Cuántas copias vendió de sus discos, más de un millón?

— Un millón no es nada. No había casa en todo México donde no hubiera un disco mío.