No pronuncies su nombre

GUADALAJARA, JALISCO (18/JUL/2015).- La dupla de directores conformada por Travis Cluff y Chris Lofing lanza su segundo largometraje, luego de “Gold Fools” (2012) y varios cortos. En esta ocasión recurren al conocido formato de “cámara en mano”, al más puro estilo que popularizó la cinta “El proyecto de la bruja de Blair” a finales de los noventa.

El filme fue grabado de manera independiente, fuera de Hollywood; sin embargo, despertó el interés de Warner Bros. Pictures, quien se encargó de distribuirla.

“La horca” tiene como primicia el ambiente preparatoriano estadounidense, en el que se estudió Charlie, un chico que muere por un error técnico en una obra escolar. Ahora como fantasma, aparece años después para tomar venganza... Y se ensaña más con aquellos que se atreven a decir su nombre… Sobre todo, con un grupo de estudiantes que deciden montar, de nueva cuenta, la obra en la que él murió años atrás.

Como curiosidad del filme, los personajes llevan el mismo nombre de los protagonistas. Por lo tanto, Reese Mishler interpreta a Reese Houser, Pfeifer Brown a Pfeifer Ross, Cassidy Gifford es Cassidy Spilker y Ryan Shoos interpreta a Ryan Shoos, sólo él mantuvo su nombre y apellido completo.

Así mismo, los directores de “La Horca” decidieron filmar en locaciones ubicadas en las afueras de Los Ángeles, las cuales se considera están embrujadas.

Al igual que otras cintas recientes como “Apartamento 143” (2011, dir. Carles Torrens), “La horca” echa mano de los típicos estereotipos de los filmes de horror comerciales destinados a un público adolescente: una banda sonora que juega entre la estridencia y el silencio con sonidos ambientales tétricos, composiciones de escenas obscuras con interrupciones sorpresivas que buscan asustar al espectador, aunque conozcamos esos trucos desde antaño y un punto de vista de la cámara que (lo que vincula lejanamente a este tipo de cintas con la corriente cinematográfica del “Dogma 95”).

El secreto está en el formato

Toda ficción nos propone una historia pudo haber sucedido. El juego de la creación implica un acuerdo tácito en donde el espectador dará su voto de confianza en la verosimilitud de la historia. Pero hay una serie de cintas que proponen una realidad ficcionada al grado de aparentar ser un documental. Dentro de esta manera de hacer cine hay diversas variantes, desde el hecho de presentar una grabación profesional como la supuesta grabación amateur de gente que quería registrar la trama de la película (caso “El proyecto de la bruja de Blair” o “La horca”) hasta “documentales” perfectamente armados, presentados de una manera seria y verosímil, pero en donde todo lo que se narra es una falsedad.