Metallica, y nada más

GUADALAJARA, JALISCO.- Finalmente llegó el momento. Bajo el escenario son cuatro músicos maduros y talentosos. Tipos que gustan del rock, el color negro y la vida nocturna. Sobre la tarima, son leyendas que definieron el rumbo del heavy metal hace 30 años. Y hace diez. Y ayer por la noche lo volvieron hacer, en Guadalajara.

Los suertudos que obtuvieron un boleto para entrar a la cancha o gradas del Estadio Tres de Marzo atestiguaron una cátedra de rock pesado como no se había visto en la ciudad. El rugido de las guitarras, la potencia de la batería y la inconfundible ira en la voz de James Hetfield se apoderaron del escenario poco después de las 21:00 horas.

Minutos antes, el público se divertía lanzándose cerveza, lanzándose recordatorios familiares entre sí y coreando el nombre de la banda. Pero una vez que Metallica se apoderó del escenario no hubo más centro de atención que la portentosa demostración de rock de la agrupación.

A una voz

“Buenas noches Guadalajara, ¿les gusta gritar? A nosotros nos encanta, ¿qué tal si entre los dos nos apoyamos?”. Con esa arenga, James Hetfield animó al público, más de 30 mil almas reunidas en el recinto de avenida Patria. Y vaya que tuvo respuesta.

Recorriendo los éxitos más representativos de cada uno de sus discos, desde el Kill ‘em all hasta el apodado Álbum negro, los estadounidenses se regodearon por el escenario, contando de paso con una espectacular escenografía. El sonido, bien calibrado y distribuido por enormes bocinas, ayudó a que todo el estadio cimbrara al unísono con los intérpretes de temas como One, Seek and destroy, Nothing else matters, Master of puppets, The day that never comes y Enter the sandman.

Entre saltos, giros bruscos con la cabeza y un monumental coro, los fanáticos de la escuadra atestiguaron de primera mano (y oído) el porqué Metallica es ya una de las leyendas del rock anglosajón y mundial.

A una lágrima

Afuera del Tres de Marzo había miles siguiendo la voz de Hetfield. Sí, todos aquellos que no alcanzaron boleto y con un rostro de desilusión de pegaban a los barrotes que separan al estadio de la calle. “Me deja pasar, ándele”, era la petición común de los jóvenes que recibían invariablemente como respuesta un seco “no” por parte de los elementos de seguridad.

Mientras esto ocurría, la pirotecnia y teatralidad del conjunto comenzaba a estallar con máxima potencia. El brutal bajo de Robert Trujillo hipnotizaba a los espectadores, mientras la voz de Hetfield los hacía viajar por los temas que se convirtieron en eternos referentes del rock pesado gracias a esta banda, completada por Lars Ulrich y Kirk Hammet.

Al final cada quien se llevó una estampa distinta. Desde quienes disfrutaron la fastuosidad con que se llevó a cabo el show, los que se ilusionaron por escuchar su canción favorita (o por el contrario, se fueron tristes porque no se entonó), los que se quedaron afuera rumiando el coraje de no haber entrado y los que esperaron más de 30 años para que James Hetfield tomara el micrófono y con su inconfundible voz gritara: “¡Guadalajara, qué bien cantas!”. Ayer, la espera, terminó.

Tradición magnética

Fiebre por el rock