Los Bonilla sacan del almacén a las emociones

GUADALAJARA, JALISCO (20/JUN/2013).- La experiencia de Héctor Bonilla y el ímpetu de su hijo Sergio dieron muestra de un fuerte vínculo familiar en la puesta en escena “Almacenados” que se presentó en el Teatro Diana.

Aunque las instalaciones no lucieron llenas, esto no fue impedimento para que el público tapatío disfrutara de la actuaciones de estos histriones que con pocos elementos generaron una atmósfera de fraternidad y reflexión.

En el escenario se recrea una bodega de mástiles, hay un escritorio, una figura religiosa, un porta garrafón y un locker; “Lino” es un anciano, son 29 años de colaborar en este lugar y está a cinco días de jubilarse, “Nin” será su sustituto y con la jovialidad por delante le mostrará a este hombre mayor que las cosas no siempre tienen que ser metódicas y rutinarias.

“Lino” ha pasado casi 30 años esperando a que llegue un camión a descargar, a que el teléfono suene y se avise de más cargamentos, “Nin” lo cuestiona porque eso no ha sucedido desde su llegada y sospecha que nunca pasará.

En el montaje que es dirigido por otro de los hijos de Héctor, Fernando, se suscita en el público la cavilación, un viaje al interior entre los que gozan de la juventud y quienes viven la tercera edad.

Estos dos personajes interactuando, resaltan en el desarrollo de la trama un conflicto generacional sobre las reglas que estableció un anciano y las nuevas ideas de un hombre que posee plena vivacidad.

En un momento de la obra donde hay un justo enfrentamiento reflexivo entre la audiencia con los actores, “Nin” verá en “Lino” un espejo donde se sentirá reflejado. Y es que en estos cinco días trascendentales para ambos, pero que para el mundo exterior no significan nada, se generará un lazo de amistad.

En la trama también hay momento para la risas con el característico humor que identifica a  los mexicanos; se desenvuelve un humor blanco y fino que se establece en los diálogos de Héctor y Sergio.

EL INFORMADOR / ENRIQUE ESPARZA