Kinetoscopio

GUADALAJARA, JALISCO (08/MAY/2011).- Entre los estados de Missouri y Arkansas existe una región de montañas y bosques que se conoce como los Ozarks. En la cultura popular estadounidense esa zona aparece en historias sobre la Guerra Civil, y en relatos de conflictos entre familias en los que se van eliminando una a otra poco a poco. La serie de televisión Los Beverly Hillbillies y los dibujos animados de Hanna-Barbera Los osos montañeses ofrecieron por un tiempo una visión estereotipada de los habitantes del lugar: granjeros analfabetos, orgullosos, con acento curioso, y costumbres poco civilizadas acompañadas por música de banjo.

Invierno profundo se sitúa en ese ambiente, durante los tiempos actuales, sin humor condescendiente ni afán de caricaturizarlo. La vida sigue siendo rústica, y para demostrarlo la película nos deja ver cómo unos niños para comer aprenden a cazar ardillas, a despellejarlas y destriparlas. La secuencia es un triunfo del naturalismo y de la voluntad de los actores, quienes contienen admirablemente cualquier gesto de asco. También perduran las rencillas familiares. La mención de los lazos de sangre aflora varias veces en la trama, y en un momento crucial se determina qué tanto la muerte salda un agravio. Mas la directora no convierte la violencia física en recurso narrativo, edifica el clima agresivo mediante ceños fruncidos,  diálogos cortantes, arboles sin hojas y paisajes desolados.  Donde se nota un cambio respecto al estereotipo es en que esos pobres y bruscos montañeses dejaron atrás el alambique que les permitía destilar aguardiente y ahora se dedican a “cocinar crack”. 

 Aunque en la cinta tiene más relevancia el carácter de la protagonista que la intriga –una chica de 17 años que siempre está por encima de las situaciones, es decir, que a pesar de las desventajas sociales y de edad tiene la capacidad de comportarse con responsabilidad y de resolver sus problemas– una faceta del asunto se presta para introducir un enigma que remonta el argumento a un género distinto del esperado estudio de personaje, o del costumbrismo regional. 

La joven emprende a su modo una investigación y se encuentra con siniestros rufianes greñudos y desaseados. Ese elemento añade interés a un asunto que se debate entre un realismo estricto y varios clichés. El primero obliga a que si el personaje debe saber cortar leña lo veamos cortar leña en más de una ocasión, que si nos dicen que un caballo lleva varios días sin comer le notemos los huesos, que invariablemente los fregaderos tengan platos sucios, que se muestren los tendederos de ropa secándose y los tiraderos de neumáticos inservibles. Los segundos insisten en el sonido del banjo para dar identidad al lugar y a los sentimientos de las personas, y en que los actores reciten sus parlamentos con un acento curioso y entre gruñidos.  

Invierno profundo (Winter’s Bone), EUA, 2010. Dirección: Debra Granik. Guión: Anne Rosellini, Debra Granik, a partir de una novela de Daniel Woodrell. Actuación: Jennifer Lawrence, John Hawkes.