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Kinetoscopio

Crisis de identidad

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (30/ENE/2011).- El Cisne negro es una película desconcertante, un paseo por la mente de una bailarina obsesionada con lograr la perfección de su arte. Lleva del sueño al delirio por la ruta de la extrañeza, de la que no se salvan ni  las actividades cotidianas de la protagonista. Viajar en el metro le ofrece sustos o amenaza. Darse un baño le sirve para apartarse y sufrir. Comer le resulta indeseable, la diversión la intranquiliza, el cuidado maternal  la agobia. A la postre se trata de una ilustración un tanto aturdidora de la teoría de la represión psicológica notificada mediante un conjunto bien formado de personajes  desagradables y de situaciones deliberadamente misteriosas. Entre ellos destacan particularmente cuatro figuras, cada una cargada de manías, la joven virginal, con mirada tímida, cuerpo desnutrido, personalidad  ingenua y paranoica, que es el centro de la historia; el coreógrafo exigente y manipulador;  la madre abnegada pero al mismo tiempo acosadora; la rival despreocupada. En términos generales la intriga parece bastante cercana  a las perturbaciones mentales narradas por El club de la pelea y El maquinista, aunque sin las pretensiones anarquistas o metafísicas de aquellas. 

El Cisne negro es una película de Darren Aronofsky cuyos trabajos anteriores – Pi,Requiem por un sueño, La fuente de la vida- le dieron fama de estilista cinematográfico. Para Aronofsky la imagen no es una a ventana desde la cual asomarse a un mundo, ni tampoco un espejo que refleja una determinada realidad, sino un campo de pruebas donde se ensayan los distintos recursos fotográficos que permiten evocar diferentes estados de la conciencia.  Por ejemplo en su nueva cinta la cámara nos hace seguir el andar de la protagonista ya sea pegados a su nuca o a su cara, lo cual ayuda a notar en los pasajes de ballet el gesto de dolor y esfuerzo, mientras que la edición y los efectos especiales nos comparten los bruscos cambios de su percepción, y también avisan cuando asoma el subconsciente. En  tanto que la concepción de los escenarios incluye la presencia constante de algún espejo u otra superficie reflejante  para dar oportunidad de observar al mismo tiempo el rostro y su duplicado. Otro elemento que se repite y crea un motivo visual que amuebla toda la película es la sangre. Sin embargo, a pesar del indudable control que ejerce el cineasta sobre la técnica, y los vistosos pasajes narrativos que logra componer, la cinta pierde claridad conforme avanza y se abandona
tenazmente al absurdo.

El Cisne negro (Black Swan), EUA, 2010. Dirección: Darren Aronofsky. Guión: Mark Heyman, Andrew Heinz, John J. McLaughlin. Actuación: Natalie Portman, Mila Kunis, Vincent Cassel, Barbara Hershey.

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