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Entretenimiento | Por: Guillermo Vaidovits

Kinetoscopio

Sobrevivir al encierro

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (26/SEP/2010).- Malik es un joven francés pobre, descendiente de árabes, que cae a la cárcel por un delito que se conoce de modo impreciso.

Parte película de prisión, parte retrato de la vida del hampa y parte drama personal intenso, El profeta trata de un ambiente desagradable que las personas vuelven aún más desagradable.

 Para narrarlo el realizador despliega en forma contundente el arsenal más refinado de la cinematografía moderna: caracterizaciones complejas que no pretenden generar simpatías, representaciones de violencia y sexo de un realismo doloroso, alucinaciones materializadas con un sosiego que intranquiliza, mezclas de música contrastante y pasajes donde el sonido adopta un papel informativo superior al de la imagen.

Como cineasta Jacques Audiard confía desde su primera película -Lee mis labios (2001)- que un estilo arduo confiere al relato la posibilidad de manifestar ideas furtivas sobre temas de preocupación general para las personas.

Concentrándose en un individuo y en un contexto, la historia es también una investigación de las dinámicas del poder y de una insólita trayectoria que enlaza tres aprendizajes. Aprender a leer, aprender a matar y aprender a sobrevivir.

Esa educación es de golpe, y es brutal. Desde la escena inicial en que los guardias someten a Malik al ritual humillante de desvestirse y exhibir sus cavidades, a la casi inmediata situación en la que el nuevo prisionero se ve forzado a cumplir las órdenes del rufián que regentea secretamente la prisión.

En ese punto el director monta una lección moral carente de afán sensacionalista, de suspenso excitante, de violencia embellecida, de gusto por la sangre.

Nos hace testigos de un crimen torpe, ansioso y horrible; de la agonía y la obscenidad del asesinato. Audiard quiere hacernos sentir asco pero no pide compasión para su protagonista. Posiblemente no era un malhechor, ahora, por las circunstancias y por decisión propia, lo es.  

A lo largo de sus 150 minutos la película no ahorra detalles de la realidad cotidiana de los reos. Atiende tanto la entrega de comida en las celdas como el tráfico de drogas, el sexo, las venganzas, la corrupción de los guardias, los conflictos entre los distintos grupos étnicos.

Para ello adopta una perspectiva materialista que evita explicaciones o justificaciones, aunque respecto a su protagonista se permite arranques de lirismo que ayudan a exteriorizar el estado psicológico y emocional por el que pasa.

La imagen con la que concluye guarda una ambigüedad de significados, parece un alivio con promesa de futuro feliz, pero a su vez sugiere la posibilidad desalentadora que de algún modo la prisión sigue presente o peor, que nunca se puede dar marcha atrás a las deformidades que produjo en la persona.

El profeta (Un Prophète), Francia, 2009 / Dirección: Jacques Audiard / Guión: Thomas Bidegain, Jacques Audiard, Abdel Raouf Dafri, Niolas Peufaillit / Actuación: Tahar Rahim, Niels Arestrup, Adel Bencherif.

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