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Por: EL INFORMADOR

Escena de la película El origen, protagonizada por Leonardo DiCaprio. ESPECIAL  /

Escena de la película El origen, protagonizada por Leonardo DiCaprio. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (25/JUL/2010).- La antigua literatura china conjeturó que no hay diferencia entre la vigilia y el sueño. Más tarde Occidente abundó sobre la misma idea, y sus posibilidades maravillosas. En el Quijote hay sueños dentro de sueños, Calderón de la Barca escribió en verso tres obras de teatro que concluyen que la vida es sueño; Poe, Meynrik, Machen y Freud, describieron el lado siniestro de esa eventualidad. El cine parece un conducto muy convincente para moldear las visiones fugaces del mundo onírico. Ensoñaciones colectivas y pesadillas individuales, logran tener gran difusión e impacto. Un perro andaluz, El año pasado en Marienbad, Pesadilla en la calle del infierno, y varias más, sean películas de arte o comerciales, no pierden con el tiempo la capacidad de inquietar o entusiasmar a sus espectadores. De modo un tanto estruendoso, El origen agrega un nuevo título a ese linaje.

No se entiende qué pasa y, seguramente, no importa. Sé que tiene que ver con el acto de soñar y la apariencia prodigiosa que toman esas fantasías, porque los personajes lo mencionan y todo lo que ocurre no tiene lógica ni sentido. Hay varios actores con rostros aniñados, que visten ropa cara, y que se dedican a matar o a echar a perder los negocios de otros, gracias a que pueden invadir los sueños de las personas. La misma premisa se usó en una película de 1984 llamada Escape de los sueños, solo que aquí se eleva a la enésima potencia en términos de efectos especiales. Es por lo tanto una cinta de acción en donde las hazañas son vistosas pero inocuas, no causan preocupación pues se sabe siempre que forman parte de una ficción. Por supuesto, para salvar el escollo se inventaron un asunto relacionado con morir en los sueños que suena atemorizante, visto en operación no lo es tanto, da lugar a que un personaje fallecido pueda surgir de nueva cuenta en otra situación gracias a que existe la oportunidad de engendrar un sueño dentro de otro. Así el personaje se activa en un nivel distinto solo que de vez en cuando echa sangre para recordar que en algún punto anterior ya expiró. Lo importante, en todo caso, es que se doble y redoble la acción.

En apariencia el director supone divertida una historia deliberadamente confusa desplegada como un amplio repertorio de trucos fotográficos y escenográficos. Los edificios se derrumban, las calles de Paris se doblan como una crepa, los actores flotan, los objetos caen en cámara lenta, las cosas explotan, el pasillo de un hotel gira. Nada de eso tiene el potencial misterioso, ni la intensidad emocional de los sueños. El conjunto recuerda más bien un potpurrí de lo peor del cine de acción de los últimos tiempos, a pesar del gran número de admiradores que le saldrán en el camino.

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