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Entretenimiento | Por: Guillermo Vaidovits

Kinetoscopio

Lirismos de fórmula

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (27/JUN/2010).- Aunque no lo parezca existe una geopolítica del cine que se mueve alrededor de dos grandes ejes: Estados Unidos –con Hollywood, y el sector llamado independiente- y Europa, donde las industrias alemana y francesa mantienen desde hace muchos años, un ascendiente intelectual y económico cuando de películas se trata. Desde esos polos se hacen acuerdos de producción, se mueve el dinero que alimenta el negocio, se distribuyen los filmes, y se lanzan prestigios y novedades. El resto de las cinematografías del mundo, o se sustentan con su mercado interno, cuando éste existe y les resulta favorable como los casos de la India y de Japón; o recurren a adoptar y adaptarse a las prácticas, los valores de producción, y los patrones de contenido que establecen las potencias mencionadas.

La caja de Pandora es una película de Turquía que presenta el acabado y las condiciones de ese género que la inteligencia europea ha fomentado en varios países de Medio Oriente (Irán es el más conocido): el filme poético. Combinación que reúne fotografía esmerada, actuación verista, mirada contemplativa, algo de espíritu crítico, una historia  que versa sobre una causa noble, y un moderado toque pintoresco.

La trama desenvuelve los acontecimientos en dos partes bien delimitadas. En la primera, una anciana desaparece, y sus tres hijos llegan a buscarla al remoto sitio donde vivía. En la segunda, después de encontrarla, se la llevan a la ciudad con ellos, y ahí descubren que tiene la enfermedad de Alzheimer.  Un segmento alude a las dificultades personales entre los hermanos. El otro, a las estragos que produce el padecimiento en el personaje, y en las relaciones familiares.

Desde el principio la directora considera necesario imponer un ritmo reposado a sus imágenes. El plano inicial lleva tranquilamente de la visión de un árbol al amanecer, a la del perfil de las montañas, para luego encuadrar una casa entre el paisaje. Siguiendo un estilo indirecto, la primera acción se sugiere mediante la sucesión de unos cuantos cuadros y sonidos. Una anciana sale al balcón de la casa. Mira el paisaje. Trae consigo una bolsa de plástico con unas bayas rojas -¿café?- que coloca poco a poco sobre una vieja charola. Los pájaros trinan, un perro ladra, una vaca muge. De pronto, la mujer titubea, parece confundida. Ya no es su rostro el que se ve, sino sus pies que se alejan, mientras las bayas caen al suelo. Del mismo modo insinuado, el final procede con serenidad a mostrar un camino que serpentea al pie de la montaña y se pierde entre los tupido de los árboles. Ese plano parte de lo más bajo de una ladera y poco a poco sube hasta la cima. En general, esos y otros momentos son, visualmente, bastante bellos. Por su parte la música, a base de piano y violín, insiste en calificar todo con melancolía y sentimentalismo.

La caja de Pandora (Pandora’nin Kutusu), Alemania/ Bélgica/ Francia/ Turquía, 2008; Dirección: Yesim Ustaolgu; Guión: Selma Kaygusuz, Yesim Ustaoglu; Actuación: Tsilla Chelton, Derya Alabora, Övül Avkiran, Osman Sonant, Onur Ünsal.

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