Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Entretenimiento | Por:Guillermo Vaidovits

Kinetoscopio

Incorrección política

Por: EL INFORMADOR

Causa sorpresa ver que Boogie el aceitoso se mueve, y escucharlo hablar con un tono de voz determinado, luego de años de que sólo fue un perfil torcido sobre fondo blanco o una ilustración en alto contraste, y que sus palabras nada más sonaron en la imaginación. La caricatura, publicada desde 1975 hasta 1995, obra del argentino Roberto Fontanarrosa inspirado por la cinta Harry el sucio (1971), refiere las andanzas de un matón estadounidense veterano de la guerra de Vietnam. En México conocimos al personaje hace tres décadas por la última página de la revista Proceso. Como Charlie Brown, como Mafalda, aunque a menor escala, la tira cómica protagonizada por el mercenario originó, en las generaciones que la conocieron, aficionados tan recalcitrantes que en cualquier conversación eran capaces de soltar una línea leída, una situación vista, en los distintos episodios. 

La película compone su trama hilando 20 historietas, así cada cierto tiempo se encuentran incorporadas en la dinámica de las escenas, las conocidas frase mordaces, las violencias fulminantes, las culminaciones insólitas, que identificaban al dibujo. Por ejemplo esa donde se muestra la cruda franqueza que caracteriza al personaje. Una noche en un bar Marcia le pide a Boogie que le diga si luce bonita, la respuesta, entre gruñidos, es una letanía de invectivas capaz de enfurecer a las feministas más solemnes y, de pasada, a cualquier moralista de ocasión: “Tus ojos se asemejan a los de un batracio, nunca vi un rostro tan parecido al de un sapo, y si no lo noté antes es porque estaba asombrado por tu obesidad. En solo una semana te has convertido en un tonel. Tus piernas son propias de un paquidermo. Pero nada, nada se compara con tu aliento. Shit! Una vez en una cloaca de Saigón sentí un hedor similar”. La mujer rompe en llanto, pero sin indignación le dice: “Gracias, nunca nadie fue tan honesto conmigo”. A lo que él responde sin inmutarse con un seco: “De nada”.

El conflicto que aglomera esos momentos ofrecidos a los admiradores y que debe captar el interés de los que recién conocen al personaje enfrenta, con una buena dosis de ironía, al viejo pistolero con un nuevo tipo de asesino, más joven y además hábil en las artes marciales orientales. De eso deriva una cinta cargada de sadismo, impertinencias, salpicaduras de sangre, y salvajadas portentosas, que en conjunto resulta tan desquiciada como paródica. Parece una combinación de los desenfrenos de Tarantino con las procacidades de Torrente, matizada por el colorido y la fantasía de las técnicas de animación.

En ciertos pasajes, el director intenta también dejar constancia de su aprecio por algunos clásicos del cine. Propone así, por ejemplo, que un duelo entre Boogie y un automóvil imite con el montaje y la composición de los encuadres una secuencia similar sacada de El bueno, el malo y el feo.

Boogie, el aceitoso, Argentina/ México, 2009; Dirección: Gustavo Cova; Guión: Marcelo Paez-Cubells a partir de las historietas de Roberto Fontanarrosa; Voces: Jesús Ochoa, Susana Zabaleta.

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