Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Entretenimiento | Por Guillermo Vaidovits

Kinetoscopio

Obsesiones peludas

Por: EL INFORMADOR

¿Cómo se convierte alguien en hombre lobo? La literatura inglesa del Siglo XIX, que por cierto dio a la luz pública el asunto, siempre fue esquiva. En un párrafo señala la presencia de un caballero o una dama, y en el siguiente, a veces nada más al pasar de línea, ya tenemos una bestia feroz. Las películas por su parte, prefieren dilatarse más en el proceso, porque cuentan con la ayuda de los efectos especiales. En un plano se muestra al personaje con sus ropas planchadas y el rostro rasurado, y tras una serie de imágenes, le pega el mal genio y el tipo está hecho un asco. Es la envidia de los lampiños, babea, tiene los ojos inyectados en sangre, y aúlla a la luna. Durante el cambio el actor hace gestos y puja, pueden ser para expresar el dolor que sufre o para dar idea de que se opone, sin suerte, a lo que viene.

La acción progresa solo con detalles: le acomete un temblor en las articulaciones, los huesos de la mano se le desplazan de lugar, le crecen las uñas, le brota pelo donde no lo tenía, los dientes se afilan, los ojos le brillan y se le enrojecen, las ropas se desgarran.

Concientes y comprometidos con la tradición, los realizadores de una nueva versión de El Hombre Lobo repasan con bastante pericia las transformaciones –obsequiando no una sino dos- e impregnan de lustre las recreaciones de época y la ambientación de los páramos británicos. Entregan así una película de horror que busca ser dos cosas a la vez: una reproducción respetuosa de un título clásico del género, respeto que se traduce en la presencia de niebla cada que se puede, y un entretenimiento ligero de buen gusto y calidad, tomando en cuenta lo insensato de la trama.

Especialmente resulta admirable observar el gran empeño que ponen los actores al interpretar roles tan desgastados. Sin embargo, tanto el director como los productores, sabiendo que los públicos actuales, y particularmente los aficionados de las películas de miedo, esperan ver sangre y vísceras, cedieron también a desplegar una cantidad limitada pero impactante de descuartizamiento, decapitaciones y entrañas.

Esta es la segunda ocasión en 10 años que la compañía Universal intenta revitalizar un conjunto de personajes y películas que durante la década de los treinta y cuarenta del siglo pasado fueron parte importante de sus activos económicos. La cinta anterior se llamó Van Helsing (2003), y casi nadie guarda un buen recuerdo de ella. El Hombre Lobo sigue un camino más ortodoxo, no pretende modificar el filme original, no desea actualizarlo, ni hacerlo más realista, aún cuando incluye escenas que reviven los tratamientos brutales de los manicomios, o añade la participación de un personaje verídico, el inspector Abberline de Scotland Yard que investigara el caso de Jack el destripador. Tampoco logra ser más emocionante.    
    
El hombre lobo (The Wolfman), EUA, 2010; Dirección: Joe Johnston; Guión: Andrew Kevin Walker, David Self, a partir del libreto de Curt Siodmak; Actuación: Benicio Del Toro, Anthony Hopkins, Emily Blunt, Hugo Weaving.

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