Sábado, 30 de Noviembre 2024
Entretenimiento | Guillermo Vaidovits

Kinetoscopio

Felicidad ante todo

Por: EL INFORMADOR

Mike Leigh no acostumbra las ligerezas. Es más bien, un cronista atento a las durezas de la vida de los trabajadores de la clase media en Inglaterra. Sus personajes son los taxistas, las mujeres que hacen la limpieza, los cajeros de los comercios, las maestras de primaria.

Sus películas son fragmentos de esas existencias cercadas por la condición social y por las rutinas en que se desenvuelven. También son honestas observaciones del complejo funcionamiento de la dignidad humana. La dulce vida, sin embargo, parece ser una de sus cintas menos agobiantes.

El personaje principal lleva el apodo de Poppy, y es como, el Cándido de Voltaire, “un ave que cruza el pantano sin ensuciar su plumaje”. Camina con un entusiasmo afectado, se expresa con una vocecita boba, y se viste como para un carnaval. Su capacidad para existir alegre y feliz es a toda prueba. Se lastima la espalda, y el dolor de la lesión le provoca risa.

Le roban la bicicleta, y no se le alcanza a notar el coraje ni la preocupación, piensa tan solo que entonces debe tomar lecciones de manejo y comprar un coche. Vive tan contenta que resulta molesta. Leigh ha construido un personaje artificial que rebota contra las circunstancias sin sufrir consecuencias. En esto hay un momento clave que lo demuestra y además revela la habilidad del director para jugar con las expectativas que el espectador se forma de una escena. Una noche Poppy camina por una calle solitaria.

De pronto escucha que de un callejón oscuro sale una voz que repite cosas incomprensibles. El personaje se adentra en el callejón y descubre a un indigente, un hombre que la supera en tamaño y la mira con recelo. La situación despide peligro para la protagonista, pero ella sólo lo mira con asombro y compasión tratando de sacarle plática.

 En el ánimo del espectador pesan dos alternativas; o el vagabundo terminará atacándola, o por alguna maravilla se convertirá en su amigo. Ninguna de las dos ocurre, pero la escena se torna uno de los momentos más intensos e interesantes.

La efectividad de algún otro episodio depende no tanto de la acción de la protagonista sino de lo que la presencia de ésta, en un escenario determinado, nos hace contemplar. Las escenas de la clase de baile flamenco corresponden a este punto y son de las cosas más genuinamente graciosas que proporciona la película. El humor se filtra desde el discurso teatral que utiliza la maestra para impartir su disciplina, y después obtiene un digno remate cómico con la súbita actitud que adopta al tomar en cuenta sus propias palabras.

Pero lo que evoca de manera más clara el contraste entre quien mira el mundo de manera optimista y quien lo hace con pesimismo y furia, son las serie de lecciones de manejo que la protagonista recibe bajo la tutela de un amenazante instructor histérico.

La dulce vida (Happy Go Lucky), Inglaterra, 2008 / Dirección y Guión: Mike Leigh / Actuación: Sally Hawkins, Eddie Marsan, Alexis Zegerman.

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