Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Entretenimiento | Guillermo Vaidivits

Kinetocopio

Competencia sin sentido

Por: EL INFORMADOR

Por omisión Duplicidad despierta nostalgia de las condiciones políticas del pasado cuando el espionaje sí era una materia emocionante. Nada como la amenaza comunista que, aparentemente, ponía en peligro la existencia, los ideales y los intereses de la humanidad completa. Ahora todo ese poder de intimidación debe buscar expresión en una serie de asuntos más prosaicos, concretos, y, para mi gusto, menos ocurrentes: regateos de sumas enormes de dinero, secretos de alcoba, y competencias desleales entre corporaciones de negocios.

Posiblemente, el realizador Tony Gilroy sea consciente del atractivo limitado de su historia, y se acoge por ello a meterle estilo, y algo parecido a un toque de humor. Brota así - en la primera escena- un deseo por solventar el relato visual en base a tácticas de diseño gráfico, dividiendo la imagen en recuadros que muestran detalles simultáneos de una misma situación.

 El procedimiento se repite con suficiente regularidad y falta justificación como para terminar siendo sólo un aspecto decorativo. La estructura del argumento también presenta su pincelada de sofisticación, abandonado la narración lineal en favor de una distribución caprichosa de los acontecimientos entre un presente “en tensión creciente” y un pasado que ofrece aclaraciones y postergaciones. Se nota en eso la intención de fabricar el suspenso de manera que no provenga de los incidentes sino de la voluntad del narrador de revelar a gotas lo conveniente de los personajes y la misión que los ocupa.

Ahora bien, el punto medular en este tipo de películas -y en cualquier otro- es que exista una trama. Es del conocimiento de todos que esa minucia proporciona carácter a cualquier cinta y ayuda a mantener la atención del espectador, pero en el caso de Duplicidad apenas se reduce a su mínima expresión. Se trata de dos super espías cuya única constancia de su oficio procede de que algún personaje secundario diga que son super espías, pues la secuencia inicial que demuestra sus habilidades resulta insuficiente.

Luego viene una persecución por las calles de Nueva York, que tampoco deja nada claro, y después deberemos aceptar que son super algo por la actitud que proyectan, mas no por sus obras. Pero si esta parte de la trama echa mano de tics de actuación y héroes de fórmula, la otra,  la del secreto que persiguen, acaba siendo una de las más decepcionantes que se pueda inventar.

Aquí entra en funciones el sentido del humor que mencioné antes. Por lo visto el director intenta por todos los medios aprovechar la banalidad de la historia para componer una “ópera buffa” cargada de cinismo, una especie de versión libre de la caricatura Espía vs. Espía, rosario de traiciones en el que nadie puede confiar nunca en el otro, y todo resulta como un torneo excesivo y rigurosamente falso. El problema es que el intento no cuaja, y el conjunto termina proyectando muy escasa gracia.

Duplicidad (Duplicity), EUA, 2008. Dirección y Guión: Tony Gilroy. Actuación: Julia Roberts, Clive Owen.

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