Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Entretenimiento | Por: Guillermo Vaidovits

KINETOSCOPIO

Cine sensible

Por: EL INFORMADOR

Desde Las horas (2001) a Stephen Daldry se le considera un cineasta sofisticado. Sus películas no parecen intrascendentes porque frecuenta temas, con obvias resonancias literarias, en los que insinúa que el arte puede ser necesario para la vida, y la vida es a fin de cuentas un enjambre de contradicciones.

La forma que propone para dar presencia a esas ideas deriva uno de sus atractivos de que, en vez de ceñirse al orden común de la narración, efectúa una disposición menos convencional de los acontecimientos. Empareja diferentes historias, ó momentos temporalmente distintos de una misma historia, produciendo con buen tino alternancias y correspondencias que, por obra de la música y la oportunidad, resultan conmovedoras y significativas.

En Una pasión secreta el procedimiento activa varios saltos en la cronología. Casi al comienzo, desde la ventana de su apartamento en Berlín, un hombre en 1995 ve pasar un tranvía. Desde el tranvía que corre por las calles de Berlín en 1953 un joven mira los edificios. La coordinación de miradas aparenta que por un instante ambos personajes tienen conciencia de la presencia del otro. Lo interesante es que más adelante se descubre que se trata de la misma persona en épocas distintas.

El truco, con engañosa simplicidad, cumple varias objetivos: visualmente enlaza de modo preciso dos fechas con una acción que, al momento de observarla, se siente más natural que manipulada; luego también señala el movimiento interno que ocurre en el personaje -el hombre recuerda-, además convoca el verdadero inicio de la historia que se cuenta, y en el conjunto final establece que la situación presente del protagonista depende del contrapeso de su pasado.

La maniobra es tan efectiva que uno tiene la satisfacción de pensar que capta el sentido de cosas complicadas y aparte, oculta un detalle que, de poner atención en él, derribaría su lograda verosimilitud y nuestro apresurado gozo: el color de los ojos de los actores. El adolescente tiene los ojos cafés, y el adulto cincuentón, azules.

El gusto del director por recurrir a la articulación de ideas mediante una expresión indirecta se manifiesta en algunas ocasiones como un desplazamiento fuera de cuadro de lo que pasa en escena. Ese recurso proporciona su fuerza a uno de los momentos eróticos más logrados: cuando el joven Michael sale de la bañera y Hanna lo arropa con una toalla. Un poco después de eso, por vía del montaje alterno el realizador ensaya, con muy poca suerte, otra cosa distinta, una curiosa asociación entre el inicio sexual del muchacho, la convivencia familiar y la comida.

La película es más notable por la calidad de sus imágenes que por el argumento, que tiene aspectos poco convincentes. En eso traiciona y modifica tontamente la novela en que se inspira. Afortunadamente, como dijo Raymond Chandler cuando criticaron la adaptación de una de sus obras al cine: “el libro sigue ahí”, y señaló un estante de su biblioteca.

Una pasión secreta (The Reader), Alemania/ EUA, 2008; Dirección: Stephen Daldry; Guión: David Hare, a partir de una novela de Bernhard Schlink; Actuación: David Cross, Kate Winslet, Ralph Fiennes.

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