Lunes, 02 de Diciembre 2024
Entretenimiento | na verdad inconveniente era que la bonanza petrolera llegó cuando no se tenía la madurez necesaria

Entre el petróleo y la lectura

En los 50, cuando Octavio Paz desentrañaba el carácter del mexicano, México se mostraba como un muchacho seguro de sí mismo y con un potencial insospechado

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO.- En 1950, con El laberinto de la soledad, Octavio Paz trazó el perfil cultural de los mexicanos, hallándolos sumisos ante el poder y reservados en lo público. Se trata de un pueblo que ha sido sometido, al que se le ha censurado ser y se le ha obligado a imitar.

Los mestizos, auténticos mexicanos -como resultado de indígenas y españoles- construyeron su idiosincrasia por una parte, con los rescoldos de una civilización humillada, destruida, suplantada; y por otra, con la soberbia de un pueblo cegado por su ambición expansionista. México se vio en su nacimiento con la madre muerta en el parto y con el yugo de un padre explotador.

La condición social del mexicano está determinada por estos antecedentes fundacionales, cuyos efectos han prefigurado a un país inseguro de su propia identidad y desconfiado de sus capacidades y alcances.

Aún así, dos momentos históricos han sido emblemáticas resistencias al destino de este país: la Independencia del yugo paternal, y cien años después, la búsqueda de una libertad cívica, con la que se da inicio, por vez primera, al sueño mexicano de ser un pueblo equiparable a cualquier otro que goza de libertad y autodeterminación, como valores intrínsecos de la modernidad.

Es esta la etapa de conformación, de adolescencia patriótica donde México busca hablar de tú a tú con otros, y consigue -como producto social de su Revolución- ponerse ante la comunidad internacional como un pueblo -por fin- con capacidades e identidad propias.

Sin embargo, a pesar de que el núcleo de su transformación fueron los derechos cívicos, su desarrollo interno y manejo externo, seguía basado en decisiones dictadas desde un régimen militar. Y bajo este sistema, los resultados reflejaban paz social y un alentador desarrollo económico que se fortalecía con la decisión de Cárdenas al expropiar la industria petrolera en 1938.

Asimismo, los esfuerzos formativos de José Vasconcelos daban sus frutos con la llegada de las primeras generaciones, tanto a las aulas como docentes, como a algunos cargos de dirección estratégica para la educación en el país.

En 1940 parecía que México asumía actitudes y responsabilidades anheladas por largos años: llegaba al poder ya no un militar sino un civil; las carencias se difuminaban con el petróleo que garantizaba una superior calidad de vida, y mientras el mundo se debatía entre el fin de la Primera Guerra y el inicio de la Segunda, México conquistaba con su oro negro, sus artistas, su música y su cultura híbrida.

En los 50, cuando Octavio Paz desentrañaba el carácter del mexicano, México se mostraba como un muchacho seguro de sí mismo y con un potencial insospechado. Luego de un gran esfuerzo y contra lo que su propio destino le auguraba, había conseguido, ante la sorpresa de muchos, ser un país fuerte y decisivo, hasta convertirse en líder moral y económico de las naciones latinoamericanas.

Una verdad inconveniente era que la bonanza petrolera llegó cuando no se tenía la madurez necesaria ni la experiencia de país autónomo que México nunca había experimentado. Y los tropiezos y errores fueron consecuencia lógica del descalabro económico y social, que provocarían los gobiernos inconscientes de que el petróleo no era el pilar perdurable de la economía. Y por consecuencia, se perdió la brújula -también- del proyecto de nación que atisbaba, apenas tras fronteras, una cultura íntegra, rica y con un amplio campo de desarrollo continental.

Hoy que se debate tanto sobre el futuro del petróleo mexicano, es un buen momento para reflexionar primero, sobre la necedad de la clase política -de todos los tiempos- para ver a un México próspero con base en un solo recurso el cual, incluso, no es renovable; y segundo, para reafirmar que la única manera que México y cualquier otro país tienen para prosperar, es con la educación de sus habitantes, con el fortalecimiento de su criterio y el impulso a su creatividad. Y desde esa óptica, considero que se consigue un acierto por parte del gobierno federal, al contribuir para que las familias de menores recursos, tengan en sus casas una colección de libros insustituibles, que esperamos sean ventanas a mundos nuevos, distintos y quizá más enriquecedores que lo ofrecido por la televisión.

Esto es quizá, lo más cercano, al paso obligado que México tiene que dar, para dejar así la adolescencia y su todavía estatus de inseguridad, y salir de una vez por todas, del laberinto de la soledad.

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones