El títere: escultura animada

Cuando las artes son aplicadas, dan cauce a otras disciplinas. Así, de la pintura aparecen la escenografía, el cómic, la animación o hasta el diseño. En el mismo sentido, de la escultura, cuando se asocia con el teatro, la danza y la música puede aparecer un híbrido lleno de magia, de vida propia: el títere.

La construcción

Presenciar la construcción de un títere es lo mismo que estar ante un escultor que piensa más allá de lo estético de su obra. El constructor de muñecos parte de un personaje, pone atención en cómo va a funcionar y piensa en la persona que lo manejará, en que sea dúctil y sea capaz de expresar en el escenario lo que el dramaturgo de la obra desea. En ocasiones, en un proceso de experimentación, nace un personaje sin historia y el titiritero siente entonces la necesidad de escribirle algo especial.

La exhibición

La escultura se coloca en un sitio, estática, y el espectador la observa con atención, la rodea, toma en cuenta el espacio en el que está. Por su parte, el títere hace lo contrario, se mueve (animado por una o más personas) y se luce ante el espectador, presume sus movimientos, se exhibe solo y procura seducir a quien lo ve para no ser olvidado. Obviamente, como en todas las disciplinas, no todo constructor puede ser considerado artista y para hacerlo así, es justo partir de las mismas premisas de técnica, forma y originalidad que se buscan en cualquier pieza.

Para no faltar

La invitación ahora es para que el lector-espectador no se pierda la oportunidad de ver lo que el objeto animado es capaz de hacer. Del 1 al 8 de junio, El Festín de los Muñecos traerá lo mejor de Italia, España, Perú, Chile, Canadá, México, Hungría, Argentina y México, en funciones dirigidas a toda la familia o sólo para adolescentes y/o adultos. En cada oportunidad, vale la pena observar el elemento estético, incluso si se trata de manos que se hacen pasar por títeres.