El día cero de Beto Cuevas

GUADALAJARA, JALISCO (30/NOV/2012).- Muchas cosas pasaron en la carrera de Beto Cuevas en los últimos años. Muchas que lo mantuvieron lejos de los escenarios. De él se habló de todo. Que si se retiraba del rock. Que quién era su novia. Que con quién se había peleado. Quizás por eso ayer, sobre el escenario del Teatro Diana, se le veía feliz. Con una de esas sonrisas que brotan desde el fondo del alma. Con esa expresión que solo puede tener alguien que regresa a casa después de mucho tiempo. Sin chismes. Sin aclaraciones extras. Solo él y su música. Como alguien que se encuentra en su elemento.

En el boleto, el concierto estaba marcado para arrancar a las 20:30 horas. En la realidad comenzó 25 minutos tarde. Los silbidos de desesperación y los aplausos para apresurar el montaje desaparecieron en cuanto se apagaron las luces y aparecieron los seis músicos que acompañaron al chileno en su espectáculo. El último en entrar en escena en el recinto de Avenida 16 de Septiembre fue el propio Cuevas. Y entonces se desató el griterío desde las gradas. Como siempre, las más efusivas fueron las damas, que bombardearon el chileno con piropos a lo largo de la velada.

“Hola, Guadalajara”, saludó el cantante apenas comenzó el recital. “Qué felicidad estar de vuelta en esta ciudad, después de tanto tiempo. Tantos y tantos años, que ya perdí la cuenta”, agregó Beto, antes de comenzar a entonar No te olvides de amar. Quizás lo dijo en un tono de broma, pero fue una reflexión que ocultaba una gran verdad. Había sido un largo silencio en el que se habían sumido sus fanáticos.

El intérprete equilibró su concierto con temas clásicos de la banda chilena La Ley, como Día cero, Mentira y El duelo, con los emanados de su placa más reciente, Transformación. Fue una combinación de lo nuevo con lo viejo. Lo clásico con lo vanguardista. Todo lo necesario para romper el silencio en el escenario. Fue la forma en que Beto Cuevas demostró que está de regreso en casa.