Cine patrio

Durante la llamada Época de Oro del cine mexicano se abrieron espacios inolvidables al fomento y difusión de valores pasados, no por envejecidos sino por antiguos antecedentes dignos de reafirmación como fórmula de identidad. Uno de ellos fue el reconocimiento a próceres unido a símbolos patrios que en este mes se conmemoran.

El cine aún se nutría con las figuras del teatro entre los que se contaron los hermanos Soler, la abuela Sara García, el multifacético Joaquín Pardavé y el mimo por excelencia: Mario Moreno “Cantinflas”.

La relación es enorme y entre lo significativo de extranjeros se cuenta el intercambio de figuras de España y Latinoamérica: Niní Marshal, Sofía Álvarez, Armando Calvo, Hugo del Carril y más.

La remembranza tiene validez porque a través del cine aquel, aún revivido por la televisión actual se contempla un esfuerzo de productores, distribuidores y exhibidores que hicieron una labor de unidad entre los espectadores, ávidos de reafirmar la nacionalidad cuestionada por las tendencias internacionales, económicas y políticas.
Circunstancias, actores y espectadores son otros, todos inmersos en el cambio impuesto por la tecnología, abriendo espacios a formas diferentes de emplear el tiempo, pero la necesidad de unir voluntades a través de la conciencia colectiva que nos da la pantalla grande sigue vigente.

Generaciones emergentes de cineastas vuelven los ojos al uso de la comunicación cinematográfica de acuerdo a los nuevos parámetros de espectadores, exigentes ante la diversidad temática ofertada por otros países. Sin embargo, late el espíritu creativo alimentado por los sistemas de producción más accesibles y abiertos a la creatividad cultivada en la capacidad de las universidades y escuelas de cinematografía.

La sustitución de ídolos se da con firmeza en personalidades como Gael García Bernal, Diego Luna, Vanessa Bauche, Alejandro Fernández, entre algunos más. Vivimos una época nueva, de transición que abre espacio a la narración de circunstancias con matices y temas diferentes, pero la sustancia está vigente en el sentido auténtico de identidad, que bien vale el esfuerzo en el tiempo para resaltar los valores nacionales.

Dios nos guarde de la discordia.

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