Carlos Carrera muestra la crudeza de Ciudad Juárez

GUADALAJARA, JALISCO.- Su lente no suele tener miramientos cuando retrata un problema social. Carlos Carrera mostró en El crimen del Padre Amaro un amor prohibido que molestó a muchos, pero con El traspatio lleva la denuncia social y moral a un nuevo nivel.

El desierto de Chihuahua es el escenario de contrastes que había llamado la atención del realizador. Tan amplio en nobleza como en crueldad, es el lugar donde se asienta Ciudad Juárez y donde se cuenta la trama de El traspatio (The Backyard). “Me interesaba hacer una película sobre el asunto de las muertas de Juárez y sobre un caso en particular. En esta búsqueda se presentó este guión de Sabina Berman y allí vi la oportunidad”, relata el director.

La película no tiene concesiones con el espectador. La trama se mueve de manera vertiginosa, una mezcla entre thriller policíaco, suspenso y sobre todo, una denuncia brutal sobre una serie de problemas, los feminicidios de Ciudad Juárez, que no desaparecerán por más que la sociedad trate de voltear en otra dirección.

En medio de varios problemas de seguridad que aquejan al país, el realizador afirma que esta cinta llega en el momento justo, pues “mientras suceda este problema en Ciudad Juárez, cualquier momento es pertinente, porque se puede decir el rollo de que la sociedad está cansada de tanta violencia, pero eso también implicaría pensar que todo lo que está sucediendo en nuestro país es normal”.

El traspatio tiene una curiosa paradoja. A pesar de los crímenes explícitos que retrata en pantalla, obtuvo la clasificación B-15, lo que le permitirá llegar a un mayor público. “Como no tiene desnudos eróticos y casi no hay ‘malas palabras’, nos dieron esa clasificación y no la C, para adultos”, reflexiona el director mientras se pregunta sobre la escala de valores en el cine nacional. Y aunque no hay límite para lo que se quiere contar, Carrera acepta que tomó pequeñas medidas para conservar la esencia en la trama sin transformarla en una cinta sangrienta: "Traté de no ser amarillista. Esta basada en hechos reales, pero no todo sucedió al mismo tiempo, se adaptaron algunas fechas cronológicas y licencias de Berman en el guión para compactar los acontecimientos”.

Trabajo a fondo

Carlos Carrera investigó de manera exhaustiva cada aspecto de Ciudad Juárez. Desde los casos que se relatan en la trama hasta el aspecto fotográfico, la forma en que la gente se vestía (la historia se desarrolla en 1995), qué escuchaban, cómo era el Cerezo de la ciudad y la vida política del momento.

Lo más imponente fue el desierto. Allí, donde las tragedias se han escrito y los gritos de miles de mujeres se han ahogado, fueron varias de las locaciones. A pesar de lo incómodo que resultó para una producción trasladarse hasta allá, en ningún momento su realizador se planteó cambiar los escenarios naturales por un foro. “No”, responde ante la idea, “me importaba registrar con la imagen un tiempo, un espacio y hacer una película sobre Ciudad Juárez en otro lugar no me hubiera parecido justo, aunque no sea documental, para mí le agrega algo. Se han hecho películas de ficción sobre Ciudad Juárez filmadas en Nogales y se nota, es un lugar muy particular”.

La ficción de la cinta, como la realidad en Juárez, no tiene un final feliz, ni siquiera un final, y el director afirma no es lo último que se contará sobre este caso “a mi me queda mucho. Hay mucho que decir y me hubiera gustado narrar, me gustaría hablar de lo que está sucediendo ahora en esa ciudad, independientemente de los feminicidios, la falta de respeto a la vida llega a otros niveles”.