Bichir vuelve a explorar en teatro el tema de los extras

CIUDAD DE MÉXICO.-Le tiene pavor a las fotografías. Odia posar, básicamente, porque nunca sabe dónde poner las manos y casi siempre termina por ponerlas sobre su rostro. Entonces viene el inevitable regaño de su madre cuando ve las imágenes en periódicos o revistas: “¡Ya te he dicho mil veces que no te tapes la cara!”.

Demián Bichir, con 45 años de vida, tres décadas de carrera, 40 películas, una serie de televisión en Estados Unidos y dos decenas de obras de teatro, no tiene más remedio que aceptar el regaño. “Ella es mi madre y quiere ver a su retoño”, explica a KIOSKO.

Precisamente, dentro de dos meses, su progenitora podrá verlo en el teatro, en lo que será su regreso a los escenarios mexicanos luego de cuatro años de ausencia: “No hacía teatro desde Extras, la obra de Sabina Berman. Cuando decidí que era momento de volver, esperé hasta encontrar un texto que fuera importante. Finalmente lo encontré en una propuesta que me hizo Claudio Carrera (productor) de una obra que se llama Nadando con tiburones y que puede interpretarse como una metáfora política sobre la situación entre México y EU”.

El texto de Michael Lesslie, adaptado del guión de George Huang se desarrolla en el ambiente de la industria hollywoodense donde Demián interpreta a un ejecutivo dueño de un estudio de cine. La ambición y el poder son los ejes de todas las actividades, incluso de las más cotidianas. Es ahí donde Demián Bichir nota la metáfora política: “El resto del mundo somos los extras en la gran película estadounidense y es por eso que todos nos sentimos aludidos”.

—¿Alguna vez te has hartado de estas metáforas en que México es el traspatio, el extra, el tercer mundo?

—No hablo sólo de México, todos los países somos los extras de la historia que se decide desde el gobierno estadounidense. Hace un par de años, millones de personas en Inglaterra, Estados Unidos, Francia, España, salimos a la calle para pedirles que no invadieran Irak ¡y les valió madre! todos somos comparsas.

—El meollo de la obra es política...

—La premisa es que hay un amo, es porque el esclavo lo permite. Este juego de poder es evidente en escalas como las de Hollywood. Lo trascendente de Nadando con Tiburones es que al final se sabe que incluso quien se cree amo tiene que servir a alguien más.

—Ahora que regresas al teatro mexicano, ¿habrá proyecto también para el Foro Shakespeare, que maneja tu hermano Bruno?

—Tengo varios proyectos con mis dos hermanos para hacer una obra juntos otra vez como sucedió con Extras. Y alguno de ellos lo haremos en el Foro.

Demián Bichir sabe que es un actor imperfecto. Sabe (porque se lo dijo Carlos Ancira a los 13 años) que la soledad es el precio del éxito. Sabe que en EU el trabajo se premia con más trabajo y que en México el único premio es la envidia.

No sabe, sin embargo, si sería mejor que su más reciente filme Enemigos íntimos fuera vista por 30 mil espectadores o por medio millón.

—Fernando Sariñana, el director, suele tener taquillas de millones...

—Hay pelis que no son el boom que hubiéramos querido. Hasta morir creo que la vieron 35 mil espectadores.

—Carlos Ancira decía: “cada paso que avanzas en la carrera de actor es un paso a la soledad”. ¿Sientes ese peso?

—Yo tenía 13 años cuando escuché a Carlos Ancira decirlo. Esa frase la repetía mucho pero me la dijo cuando trabajamos en la Compañía Nacional de Teatro. Fue tan impactante que desde ese momento decidí que eso no me sucedería a mí. Claro que mientras mejor te va en tu carrera es más difícil ver a la gente que quieres y te quiere.

—¿Estás cerca de la perfección?

—Dios, que es más sabio que uno, o los dioses del teatro que son más sabios que uno, o la vida es más sabia que uno nunca te permiten el 10 perfecto.

—Si tu madre es actriz, ¿por qué se aflige con el asunto de las fotos?

—No sólo con las fotos. Cuando va a una película donde mi personaje muere, ella termina llorando. Simplemente porque ella es mi madre.