Las perlas son casi tan antiguas como la humanidad misma, son de los primeros elementos de ornato para el cuerpo y parte de las joyas de las que hizo uso la humanidad para distinguirse entre la colectividad. Para las civilizaciones antiguas las perlas personificaban la virtud, sabiduría o poder económico; hoy día, son consideradas gemas valiosas, asociadas con el éxito y la producción de joyas para diferentes mercados.No hay que olvidar que las perlas son producidas al interior de los moluscos que se desarrollan en conchas, gracias a la secreción del nácar; su valor en joyería se vincula con sus cualidades de brillo y color, y se cree que su uso ornamental data desde las sociedades humanas del Neolítico, pero la verdad es que en tiempos modernos se caracterizan por su explotación desmedida, aunque en la actualidad se busca su preservación y aprovechamiento.Perlas de La PazPor curioso que parezca para algunos, La Paz -ciudad portuaria de Baja California Sur- guarda una relación con las perlas que va más allá de lo simbólico y material; no es gratuito que muchos comercios y sitios emblemáticos contengan la palabra en su nombre pero, sobre todo, la historia prueba este maridaje que viene desde los primeros contactos con occidente hasta empresas responsables como “Perlas de la Paz”.Este proyecto nace como marca de la empresa Perlas del Cortez, que se fundó en 1999, con el objetivo de traer de nuevo las perlas a la bahía de La Paz que la hicieron famosa, iniciando el cultivo comercial de las ostras perleras mexicanas y también para promover productos de joyería que realizan artesanos locales. Así, se cultiva Madreperla (pinctada mazatlanica) y Concha Nácar (pteria sterna), en playa Pichilingue, donde cuentan con una estación de control y una sección de playa en la que se ubica la granja de ostras perleras, así como la sección de cultivo de corales, una iniciativa de la que hablaremos después.Para conocer el proceso de nacimiento de una perla, Perlas de la Paz organiza un tour que tiene una duración aproximada de dos horas.Los orígenesEl director técnico del lugar, Carlos Cáceres, explica en el comienzo del tour que las tierras de la península han estado habitadas desde hace más de diez mil años, por quienes ahora denominamos “los antiguos californios” -en honor a la geografía literaria de donde se obtuvo el nombre- y que, como indican los testimonios históricos, utilizaban las perlas para adornar su cabello y cuerpo (de hecho, la más antigua evidencia de una perla intervenida por el hombre tiene más de 8 mil 500 años).Con todo, la explotación se dio con la llegada de la colonización jesuita, en el siglo XVIII, cuando se empleaban “armadas” o equipos de buzos perleros comandados por un líder se sumergían para dar con las ostras perleras en el fondo marino y el 20% de la producción se enviaba a la Corona Española. Por supuesto, esta sobreexplotación terminó y sus métodos han cambiado.El caso histórico más conocido de una granja de madreperla es el de la que fundó en la Isla Espíritu Santo -a principios del siglo XX- el empresario mexicano Gastón Vives Gourieux, quien logró cultivar ostras perleras de forma masiva gracias a un sistema de canales y esclusas, diseñado por él mismo. En 1914, sin embargo, en plena revolución, tropas obregonistas destruyeron y pusieron fin a este innovador proyecto (hoy día, el sitio es de acceso restringido por parte del INAH).Con el propósito de resarcir el daño que la actividad humana genera a la biodiversidad marina, el Proyecto “+ Vida al Mar” (impulsado por Baja Ferries, Efecto Arena y Perlas de La Paz), es la iniciativa de restauración de arrecifes de coral pétreo más grande del Pacífico mexicano y, actualmente, se trabajan en San Rafaelito y en el área natural protegida de Balandra.Ahora bien, para lograr su objetivo, que es la plantación de los corales, es necesario cumplir con una serie de pasos para que se pueda generar la producción; primero, se requiere fabricar unas bases de PVC, donde se instalan los corales dañados. Una vez en los viveros, se monitorean y cuando llegan a un cierto tamaño se les traslada a diferentes sitios que han sido seleccionados específicamente para ser restaurados (donde se renueva el trabajo de monitoreo).Las instalaciones de la granja cuentan con equipo para hacer snorkeling o buceo profesional, se ofertan a los visitantes estos recorridos para que se conozcan tanto los cultivos y procedimientos para las ostras perleras, así como los corales; para ello, en el lugar trabaja un equipo técnico profesional y especializado en estas tareas, así como guías que resuelven cualquier inquietud de los visitantes.Ya en el interior de la granja, en el área de Laboratorio, se muestra el proceso de cultivo y cómo se emplea el tendido de canastas en donde crecen las dos especies de ostras de perlas; la granja cuenta con alrededor miles de moluscos en cultivo que crecen en estas canastas durante un año y medio para poder recibir el implante, una pequeña esfera hecha de concha nácar que será recubierta por el organismo con más capas de nácar para, después de dos o tres años, producir una bella perla con su característica coloración tornasol arcoíris (también se implantan medias esferas de plástico en la concha del molusco y esas “medias perlas” son asimismo útiles y de valor para la joyería).El tour concluye con una charla sobre las perlas de la bahía de La Paz en la que se informa acerca de los criterios de calidad, valoración y características que las vuelven únicas. Se pasa entonces al área de joyería, para ver la exposición del producto terminado, donde se puede encontrar perlas montadas en oro y plata, en dos líneas: clásica y de diseñador. Entre las numerosas joyas que tiene la Casa de Windsor está la Corona de San Eduardo, la cual cuenta en su estructura con diversas joyas, entre ellas una hilera de perlas (una tiara que pesa casi dos kilos) en la que destaca una denominada como “Great Lemon”, cuyo origen es el Mar de Cortés, en Baja California Sur, México.Lo que se cuenta es que fue extraída en 1883 por los buzos Juan Vacaseque Calderón y Antonio Cervera, quienes la encontraron cerca de la isla Espíritu Santo y su nombre hace referencia al tamaño, pues parece un limón.Así las cosas, pasó a ser propiedad de Antonio Ruffo Santa Cruz, dueño de la empresa que encontró la perla y quien, después, se la regaló al rey Eduardo VII (1841-1910) para que la portara en su corona. De igual modo, se dice que la perla en la reliquia llamó la atención de la reina Isabel II, por lo que viajó a Baja California en 1983, a bordo del buque Britannia, y pasó por la isla Espíritu Santo, para conocer el lugar de donde se extrajo la perla. Ahora hay una estatua que conmemora su desembarco en el muelle de La Paz.TOMA NOTAPara descubrir a detalle las actividades que ofrece este tour, consulta el sitio: www.perlasdelapaz.com.