Los veíamos en los anuncios, pedíamos a los padres juguetes como recompensa por las buenas notas; nuestros compañeros y compañeras de clase traficaban juguetes en sus mochilas porque en algunas escuelas no permitían el ingreso de Barbies o carritos Hot Wheels. Esos peluches, tazos, pelotas y cartas estaban presentes en nuestras vidas, marcaron nuestras horas de diversión junto a los niños y niñas a los que queríamos y con quienes jugábamos, y que ahora son adultos.