Era un sábado de 2019 cuando Lorena quedó de reunirse con sus amigas en un restaurante de Tlaquepaque para platicar con ellas después de un tiempo de no verse.Estacionó su automóvil sobre la Calle Reforma, unas cuadras arriba del restaurante. No había caminado ni una cuadra, cuando un hombre comenzó a seguirla a bordo de una camioneta, le empezó a hablar, pero ella no volteó y siguió caminando recto. No se dio cuenta cuántas cuadras había recorrido, pero el hombre seguía a su paso, ella se había llenado de miedo y no supo reaccionar más allá de seguir caminando derecho, incluso ya había pasado el sitio donde debía de dar vuelta para llegar al restaurante donde la esperaban sus amigas."Me dio mucho miedo, no supe qué hacer, yo sentía que el hombre me iba a levantar. Me seguía hablando, creo que me preguntaba por alguna dirección y cuando por fin volteé vi que se estaba masturbando, me dio mucho asco, entonces corrí lo que me quedaba para llegar a la avenida y escuché cómo el hombre se rió y aceleró, sentía la camioneta pegada a mí, cuando llegué a la avenida, creo era Niños Héroes, dio vuelta a la derecha y ya no lo vi. "Me sentí culpable de lo que había pasado porque no reaccioné que era mejor correr para el otro lado desde un principio, pero el pensar que me iban a levantar me bloqueó", contó Laura.No hubo quién la ayudara, o que por lo menos le preguntaba si estaba bien, dijo, la gente que pasaba por ahí la veía raro.Tampoco vio pasar alguna patrulla para pedirle apoyo, aunque pensó, quizá tampoco hubiera servido de mucho, pues nunca pudo ver las placas de la camioneta, solo recordaba que era color arena y que el sujeto que la conducía, y a quien vio masturbándose, llevaba puestos unos lentes oscuros.Ahora, cada vez que algún carro la sigue, recuerda aquella experiencia y se queda parada. Si algo similar le llega a pasar, debe correr en sentido contrario a los carros, dijo, aunque todavía se siente culpable de lo que pasó.