¿Y los Panamericanos?

GUADALAJARA, JALISCO (26/OCT/2011).- El pasto crecido, los resbaladeros oxidados, las paredes de frontón grafiteadas, la pista llena de hoyos como carretera federal y las mallas caídas o deformes, hacen pensar que al Parque San Rafael no se le invierte ni un centavo desde los tiempos en que ahí se juntaban los Vikingos (banda juvenil algunos de cuyos integrantes se fueron a la guerrilla urbana), y eso que ahí se construyó un estadio panamericano.

Aun con ese aspecto, los vecinos creen que el parque está “poquito mejor” que antes, tal vez porque pintaron algunos barrotes de color rojo, al puro estilo priista.

Algunos voluntarios a los que les tocó apoyar en el gimnasio que fue sede del balonmano dicen que es de los puntos más descuidados y que les da “penita” que los extranjeros vayan a una competencia panamericana en un lugar en el que “ni siquiera se cortó el pasto”.

En los últimos días circuló un video en el que un deportista chileno que se queja de la instalación del Gimnasio San Rafael; opina que la calidad del espacio es similar a la que puede haber en un pueblo y no es óptima para una competencia panamericana. Para muchos, es una exageración; para otros es simplemente la punta del iceberg de unos juegos hechos “al vapor”.

Uno de los principales argumentos del Gobierno del Estado para defender la inversión en la “Fiesta de América” es que ésta dejará mejores instalaciones para los ciudadanos. Objetivamente, en el Parque San Rafael hay un nuevo estadio para un deporte poco conocido en la colonia San Jacinto. Pero en el resto del lugar no se nota la inversión: ¿no pudieron ni cortar el pasto? ¿Mejorar los juegos para los niños? ¿Renovar la pista de atletismo? ¿Dónde está todo el dinero público que se ha gastado? Los vecinos no dejan de preguntarse.

EL DATO
Patadas al por mayor

Hoy comienza el karate en el Gimnasio San Rafael, complejo vecino del parque que lleva el mismo nombre.

No nos alumbra el mismo sol

Ciertamente, como dice en el himno panamericano que canta Alejandro Fernández, aunque somos diferentes nos alumbra el mismo sol.

Pero cuando se pasa de lo general a lo particular, es evidente que, al menos en las sedes de los Juegos, las cosas no son tan equilibradas.

Los complejos Acuático y de Tenis, gemelos en el Parque Metropolitano, son una sucursal de Plaza Andares, muy ad hoc con sus visitantes que desfilan con las marcas de moda y hablando con ese tono que gusta de alargar la parte final de las palabras y enfatizarlas con el “weé”.

En el Parque San Rafael, sede del balonmano y el karate, el recuento es más austero. Antes de entrar a la unidad, acaso las camisas no oficiales de los Juegos por 80 pesos. Y ya adentro, sólo comparte con los gemelos del Metropolitano los panecillos y una variedad de frituras. ¿Cerveza? Igual de cara, pero sólo de una. ¿Otras bebidas alcohólicas? Mejor no, no sea que se pongan impertinentes. Así que, aunque nos alumbra el mismo sol, en los Juegos sí somos diferentes.


LA CAMINATA
La “Sonajita”, su caballo, su jinete y su competencia

Por Vanesa Robles

Dos brasileños llegaron a la calle Liceo y pagaron 200 pesos por montarse en la “Sonajita”, la calandria que tira el “Bandido”, un caballo café, flaco. Cuando se bajaron dieron las gracias en portuñol. Estaban felices. Óscar Lozano, el dueño de la “Sonajita” y el “Bandido” los recuerda con cariño. Son los únicos extranjeros que han solicitado sus servicios en las últimas semanas. Y le ha ido bien. Sus colegas nada más han visto a los “panamericanos” de pasada.

Los ven cuando deportistas y turistas caminan indiferentes frente a las calandrias, rumbo al Tapatío Tour, el autobús rojo, de doble piso, que sale puntual cada hora y en estos días va repleto. Sin conocer las luchas de la movilidad sustentable, los calandrieros de Liceo le ponen las cruces al Tapatío.

“Los dueños son bien influyentes”, rezonga un colega de Óscar Lozano.

El indignado dice que él no ha subido a un solo “panamericano” —así les dice— a su calandria. Y eso que se tiene que aguantar la carrilla porque colocó dos banderines promocionales, cortesía de la Secretaría de Turismo, a los costados de la carroza. Uno dice: “Disfruta el paseo especialmente diseñado para ti” y en el otro se lee:  “Enjoy the tour”.

“¡Cuál tour! ¡Hasta parece que le hacemos promoción al camión!”, se chupa las muelas, mientras una delegación panamericana desciende de un autobús especial, de los contratados por las autoridades deportivas, y aborda el Tapatío Tour.

Además de los banderines, que pocos de los 55 calandrieros de Guadalajara usan, Turismo repartió entre los jinetes una playera naranja que nadie se puso ni se pondrá. “Ni que fuéramos payasos. Imagínese, nosotros con la tejana, con las botas, con la seriedad y nos dan una camiseta fosforiloca. Nosotros somos vaqueros”, se ufana Óscar Lozano.

Según los argumentos, la “Sonajita” también contrasta con el concepto de su dueño. Su armazón albea está cubierta de unas cortinas muy coloradas, con pequeñísimos lunares de colores fluorescentes. Seguro los brasileños la eligieron por el aspecto de carnaval.

Como sea, la “Sonajita” ofrece mucho más que el Tour Tapatío, se defiende Óscar. “La gente viene en camión desde sus países y viene a subirse a otro camión (...) Nosotros damos un recorrido por las calles más lindas de Guadalajara y el camión va por el humaderal hasta plaza del Sol ¿Qué hace ahí la gente? Gasta. Ahora: si la gente quiere echarse un refresquito, nomás avisa: nosotros la llevamos; el camión se sigue de filo. Nosotros cobramos 200 pesos y subimos a cuatro; el camión cobra 110 por persona. ¿Cuál es el chiste?”.