Lunes, 02 de Diciembre 2024
Deportes | Los cinco aventureros cruzan el Ecuador y llegan a Nuku Havi, en la Polinesia Francesa

Tras 22 días de viaje, veleristas tapatíos llegan a tierra

Los cinco aventureros cruzan el Ecuador y llegan a Nuku Havi, en la Polinesia Francesa

Por: EL INFORMADOR

En estos momentos se encuentran en la isla de Nuku Hiva, en la Polinesia Francesa. ESPECIAL  /

En estos momentos se encuentran en la isla de Nuku Hiva, en la Polinesia Francesa. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (26/ABR/2011).- Crisis de baterías, problemas con el combustible, disciplina espartana para el agua dulce, viento caprichoso… Esta clase de palabras se han convertido en el pan de cada día para cinco tapatíos que, el 3 de abril por la noche, comenzaron una aventura intentada por muy pocos navegantes mexicanos: cruzar el Océano Pacífico Sur en velero y hacer el viaje de regreso.

El grupo, formado por los experimentados veleristas Enrique “Patas” Aldrete Cuesta (72 años de edad), Pedro “Perico” Fernández del Valle (48), Leopoldo “Poli” Montelongo (45), Ricardo Medellín (39) y Javier Monsalbo (36), cumplió ayer 22 días de viaje por el océano más grande del planeta, en medio de dificultades técnicas, algunas cuantas sorpresas y los necesarios, pero imprevistos, cambios de itinerario para ajustar su ruta aventurera.

Les ha ocurrido de todo, de acuerdo con lo que puede leerse en los correos electrónicos que han enviado durante estos días, a bordo de su velero crucero “Jenneau” de 54 pies, y el resumen de sus anécdotas en nada se parece a la ruta de un turista. Más bien es el resumen de varios días de disciplina para aprovechar lo que les ofrece la naturaleza mientras viajan hacia Oceanía, sin contacto con otros seres humanos.

Clipperton


El viaje, según reporta el diario de navegación que ha ido escribiendo “Perico” Fernández del Valle, comenzó con vientos ligeros (de cinco a 15 nudos) durante las primeras 36 horas. En ese periodo recorrieron 275 millas náuticas (mn); el total del viaje es de tres mil 725 mn.

El martes 5, por la mañana, el océano los sorprendió con vientos nulos: el mar en calma total. Y allí comenzaron las complicaciones técnicas, pues se descompuso la bomba de agua potable y usaron demasiado los motores. “Nos hemos gastado 15 galones en tres días; a este ritmo nos quedamos sin combustible en 15 días”.

La tripulación tenía planeado, como primera meta, poner pie en la Isla Clipperton e incluso intentar una “conquista simbólica” al plantar una Bandera mexicana. Se trata de un minúsculo atolón a mil 100 kilómetros de Michoacán, hoy propiedad francesa, antes mexicano con una historia trágica —narrada por la novelista Laura Restrepo en el libro “La Isla de la Pasión” (Alfaguara)—. Es famoso por la barrera de corales que lo rodea, experta en destrozar cascos. Entre esto y el clima, hubo que abortar el plan.

El jueves 7 de abril estaban a 244 mn del atolón, pero llegar a Clipperton los iba a retrasar entre tres y cuatro días. Para el grupo fue toda una lástima. Al mismo tiempo, descubrieron otro problema técnico: habían llegado al límite de su conexión satelital a internet… y se las cortaron. “Habíamos consumido toda la lana del depósito ¡en una hora!”.

Clipperton quedó atrás, aunque “quedamos en que el próximo año haremos este viaje”. Pero la isla les regaló un acompañante, un sexto pasajero que subió una mañana al velero y que durante días evitó el contacto humano: un pájaro bobo (ave marina) de patas rojas que decidió viajar de aventón para pescar durante el camino. Tan pronto, quedó claro que ya se había instalado, que el capitán Aldrete decidió bautizarlo: lo llamaron Daisy.

Cambios de planes


La falta de vientos es todo un desafío para cualquier velerista. En el caso de los aventureros tapatíos, tras pasar por Clipperton notaron que había que cambiar de estrategia y comenzaron a utilizar motores… y a gastar más diesel. “Nos echamos 15 galones, casi el 20% de nuestra reserva”. También comenzó a consumirse con velocidad la carga de las baterías. Llegaron al punto de apagar todo, hasta el radar y el piloto automático; sólo quedaron prendidos los refrigeradores.

Además, comenzaron a recibir algunas tormentas. El domingo 10 de abril, Fernández del Valle sufrió un accidente: “Había aflojado la escota del prevente y el compañero que traía el timón perdió el rumbo a causa de una ola de cinco metros, lo cual hizo que la botavara se cambiara de lugar con una fuerza increíble. Yo estaba pisando la escota y se enredó en un dedo de mi pie: el dedo quedó doblado a 90 grados. Al reaccionar, lo jalé duro para enderezarlo; sólo tronó, pero se acomodó. Ya el ‘Patas’ sacó el botiquín y me vendó dos dedos”.

El lunes 11, otro accidente: se rompieron dos partes importantes de la vela mayor, el prevente y el down hall, que tomaron tiempo para ser reparados. La tripulación tuvo que sentarse a hablar. Discutían si continuar el mismo rumbo y no se ponían de acuerdo. Por tres contra dos votos, decidieron cruzar el Ecuador lo más rápido posible, entre las longitudes 128 y 132, para aprovechar las mejores condiciones climatológicas.

El 15 de abril, día 12 del viaje, una de las velas se soltó y cayó al agua, con lo que empezó a llenarse y a rasgarse. “Sabíamos que, si perdíamos esta vela, nos iba a costar mucho trabajo mantener el rumbo con buena velocidad. Por fin la subimos. Perdimos toda la mañana parchándola, para cuando terminamos, estábamos cansados, con hambre y, para colmo, se había acabado el viento”.

Pero el viaje continuó y el velero fue acercándose al Ecuador hasta que, el lunes 18 de abril, día 15 de la expedición, la tripulación se dio cuenta, con alivio, de que pasaban por encima de esa línea imaginaria, que divide al planeta en dos.
Estaban a la mitad del mundo, rodeados de puro mar, completamente solos durante una semana.

Cansancio... y tierra

El 22 de abril, Viernes Santo y aniversario de las explosiones del Sector Reforma en Guadalajara, el viento mejoró, pero 19 días de viaje en un velero cansan a cualquiera. La tripulación estaba agotada y pusieron todas sus energías en llegar a tierra por primera vez en 20 días: a la isla de Nuku Hiva, en el norte de la Polinesia Francesa. Ya estaban a unas nueve millas náuticas, pero descubrieron que iban a llegar de madrugada, así que, para alimentar un poco la desesperación, tuvieron que esperar otras 10 horas. “Sólo pensábamos en llegar y ahora teníamos que hacer tiempo para no llegar: ha sido la noche más larga”.

El sábado pasado, 23 de abril, el grupo tuvo que decir adiós al sexto pasajero. Al amanecer vieron volar a una parvada de pájaros bobos y Daisy, que los había acompañado desde Clipperton, decidió cambiar de compañía: brincó del velero, siguió a sus parientes y ya no regresó.

Ayer lunes, por fin, después de 22 días a bordo del velero, los cinco aventureros tapatíos llegaron a tierra: a la Bahía de Taiohae, en la isla Nuku Hiva, de la Polinesia Francesa. Según el relato de “Perico” Fernández del Valle, el paisaje es espectacular.

“La isla está rodeada de montañas verdes muy verticales, que por lo menos tienen una altura de 500 a mil metros; las puntas de los cerros hacia el norte están siempre tapadas por nubes, llenos de una vegetación tropical. Su gente se parece a los hawaianos; la mayoría tiene tatuajes, son amables”.

Desde ayer, el grupo hará una escala de dos días en Nuku Hiva y pasearán un poco. Si el itinerario sigue como lo tienen planeado, continuarán el viaje con dirección oeste hacia las Islas Fiji y las Islas Marshall. Y, si el océano y el viento se los permiten, lo que sigue es planear el viaje de regreso, porque el plan es volver en el mismo velero hasta América del Norte y, de ahí, a Puerto Vallarta.

Algunas citas textuales del diario de viaje


Martes 5, día 3

“El mar, increíble: un azul vivo, padrísimo, y la temperatura del agua muy agradable […] Decidimos bañarnos en el mar. Como a ‘Patas’ se le olvidó su traje de baño, se metió en calzones; como se los quitó para bañarse, se le cayeron y se fueron flotando; se aventó al mar por ellos pero la corriente estaba fuerte. Gritó: ‘¡Ay, mi calzón, se me va!’. Tuve que agarrarlos y aventárselos”.

Sábado 16, día 13

“¡Les escribo temprano porque nos tienen racionado el tiempo aire! A las 9 am empezó a llover, ¡otra vez!, pero esta vez con más intensidad. Como desde hace tres días perdimos uno de los instrumentos, el que nos da la intensidad del viento, no podemos saber a qué velocidad está soplando; lo que sí es que estaba muy duro. La (vela) mayor no la podemos ni tocar, porque ya se nos rompió de dos lados: si el viento vira, nosotros también. Duró como tres o cuatro horas: ¡no se rompió ni pasó nada! Le estamos dedicando el tiempo a reparaciones del barco, todo a la mexicana. El ‘Patas’ está contento porque ¡ya estamos a 190 mn del Ecuador!”.

 Lunes 18 de abril, día 15


“Durante 15 días, cruzar el Ecuador ha sido nuestra meta. A unos se les había convertido ya una obsesión el llegar. En general, la tripulación se siente aliviada: nadie se ha peleado y hemos sabido convivir. Estamos en medio de la Tierra, no hemos visto a ningún barco en una semana, ni hemos podido tener contacto con nadie. Todo lo que podemos ver es mar y te da una sensación de hormiga”.

“Para empezar, ya pusimos música: ¡el ‘Patas’ escogió a Manzanero y Tania Libertad, muy romántico! Con esta música empiezan a sentirse sentimientos encontrados al estar tan cerca del centro de la Tierra y tan lejos de tus seres queridos. (…)”

“Ya cruzamos el Ecuador, ¡lo cruzamos nadando! Si abrías los ojos, se veía cómo los rayos penetraban el agua con una claridad increíble”.

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