GUADALAJARA, JALISCO (26/MAY/2017).- Son 793 kilómetros los que separan a la Perla Tapatía de la Sultana del Norte, pero los nervios eran los mismos que si se estuviera en el mismísimo Estadio Universitario. Desde media hora antes de que comenzara el juego, los bares y restaurantes de la Zona Metropolitana de Guadalajara comenzaban a atiborrarse de aficionados, y Wingman Providencia no era la excepción. Ciento 80 comensales, en su mayoría aficionados al Guadalajara, miraban nerviosos la pantalla, que tenía sintonizado Televisión Azteca, todo estaba listo para que diera inicio el encuentro, mientras unos pedían cerveza, otros refrescos o de plano iban directo a la cena, alitas o hamburguesas.La tensión estaba presente desde el primer minuto, no había un aficionado tranquilo, aplausos, reclamos como si el silbante los fuera a escuchar. El primer grito de pánico fue cuando Jesús Dueñas dejó ir la primera oportunidad. El juego seguía empatado sin goles, hasta que todo cambió. Los rostros de nervios se convirtieron en caras de festejo y satisfacción, primero con el gol de Alan Pulido, luego con la anotación de Rodolfo Pizarro, todo era alegría en el bar, hasta que la calma llegó al medio tiempo, momento de pedir más cervezas o más comida.En el segundo tiempo los nervios no fueron a menos, por el contrario, mientras más minutos pasaban, la tensión aumentaba. Ya nadie pedía de comer, todos observaban con detenimiento el televisor, la única comida eran las uñas. Hasta que cayó el descuento felino, y luego el otro gol, doblete de Gignac con distracciones de Guadalajara que fueron reprobadas por los aficionados, que veían cómo su equipo se veía alcanzado en el marcador, mientras unos cuantos festejaron de manera efusiva.Llegó por fin el silbatazo final de Óscar Macías Romo, la Final del Clausura 2017 sigue en el aire y los aficionados rojiblancos lo saben, despidieron el juego con aplausos y comentarios de optimismo, esperando que el domingo se puedan coronar.