Desde el lienzo

Hola estimados amigos del más mexicano de los deportes y de las escaramuzas, les envío un afectuoso saludo y aprovecho para comentar la visita que hicimos a La Piedad, Michoacán, donde fuimos objeto de muchas atenciones, como las que merece la charrería.

Hace ocho días hasta me quedé corto en tanto comentario de los que serían nuestros anfitriones. En esa columna agradecí la invitación de los señores Marcelino Canchola y Sergio Arturo Morales Medina, presidente y secretario, respectivamente, de la Asociación Piedadense de Charros.

En la víspera comentamos que sería un día de fiesta, en el Lienzo Charro La Piedad, donde La Piedadense se impuso 350-340 a Hacienda Santa Cruz del Valle, con equipos a la antigua de tres pialadores y cinco coleadores, ante casi 2 mil 500 aficionados que colmaron el recinto charro.

También, vieron en acción a las cuatro veces campeonas nacionales Alteñitas de Guadalajara y la escaramuza también levantó el alarido en las tribunas.

Digna de mencionar su actuación, donde estuvo presente Susana Aguilar de Zermeño, esposa de mi hermano Nacho y quien fue fundadora de Alteñitas el 12 de diciembre de 1973. Además de Susana estuvo su hija Susy y el niño de mi sobrina Betito Hernández Zermeño.

Quizás el resultado es lo de menos, porque tan pronto llegamos a La Piedad, los anfitriones nos reciben en la misma calle a nosotros y nuestras cabalgaduras. Es más con decirles y no exagero, que regresamos a casa como si el triunfo haya sido para nuestro equipo charro.

En el mano a mano, ganado y yeguas excelentes, pero sobre todo grandes atenciones. Ya lo decía mi padre Ricardo Zermeño Cárdenas: “Cuando invites a alguien a tu casa, dale de comer la pechuga del pollito y que gane el mejor”.

Cada equipo formó con sus mejores charros y La Piedadense mandó a los  hermanos Sergio, Vicente y Julián Morales García, además de los Alatorre Quezada: Jesús y Juan Carlos, así como Jorge García Álvarez.

Y por Hacienda Santa Cruz del Valle estuvieron mis sobrinos Andrés Zermeño Magaña y Juan Francisco Moreno Zermeño, además del afamado “Güinduri”  Mauricio Sánchez y mi hijo Ricardo Zermeño de la Torre, así como el que esto escribe.

Digno de comentar es que en la terna hubo un buen lazo y mejor pial en el ruedo, donde mi ahijado Carlitos Aceves Rivera se lució con la chavinda y es que en el floreo, hizo pasadas sobre su caballo y como era de esperarse, el público le aventó rebozos y sombreros. Un muchacho de escasos 13 años y que ya florea como los grandes, pero sobre todo, siguiendo la dinastía de los Rivera de sus tíos Jorge y “Pillín”, así como de Gustavo.

Después de la charreada, gran comida y sobre las típicas carnitas de la región, además del platillo “Aporreadillo”, que es cecina con huevo y una rica salsa mexicana, además de chicharrones y una barra de postres que hizo para nosotros la gran familia charra michoacana.

Yolanda Zermeño Magaña agradeció a nombre de las cuatro veces campeonas nacionales la Escaramuza Alteñitas de Guadalajara y a un servidor le tocó hacerlo a nombre de los charros.

Gesto aparte de los anfitriones, cuando en las manganas no pasó la yegua en los primeros dos tiros. Sin pensarlo dos veces, don Sergio Morales vio una cuaca de los cajones y a esa, adivinó usted amable lector, le metimos las seis manganas ante el delirio del respetable. Con ese gesto se demostró que saben ser buenos amigos y sobre todo buenos compañeros de la charrería.

En la comida por ese detalle, lo comenté y me quité el sombrero. Por eso, insisto, si esta hermandad existiera en México, sería como la charrería de antes, donde prevalecían esos valores. Acuérdense que la charrería es para hacer amigos y sobre todo divertirse.

Ya para cerrar este entrega semanal, me voy con una frase de mi abuelo don Andrés Z. Barba, quien le dijo a un compadre: “Salúdame al que veas, al cabo que todos somos amigos”.

Comentarios ó sugerencias al correo electrónico: zermenobarba@gmail.com