Domingo, 01 de Diciembre 2024
Deportes | Por Ricardo Zermeño Barba

Desde el lienzo

La charrería de antaño

Por: EL INFORMADOR

Hola gran familia de las escaramuzas y los charros, así como lectores asiduos de esta columna del Más Mexicano de los Deportes, reciban un afectuoso saludo y aprovechamos los últimos días del invierno para hacer algunas reflexiones sobre el Más Mexicano de los Deportes.

El fin de semana pasado estuvimos en la capital del país y ya comentábamos lo bonito que es vibrar con las amistades que en antaño forjaron nuestros padres. Me vienen a la mente muchos y bellos recuerdos, porque la charrería es antes que todo, unión familiar.

Los domingos eran tan amenos en todos los aspectos, que tan pronto llegaba uno a los lienzos ya estábamos platicando que con uno, que con otro y siempre temas ligados a la charrería.

Escuchar a nuestros abuelos, padres y tíos, era lo máximo, porque siempre tenían tema de conversación y más cuando la amena charla era salpicada de charrería. Que los adelantos de la modernidad, que los nuevos complementos alimenticios para las cabalgaduras y la llegada de nuevas crías en los  agostaderos del país.

Cuando salíamos a charrear era otro mundo, porque si uno era adolescente o empezaba la juventud, la verdad es que ni se dormía la noche anterior, por la acción de estar pensando en la competencia del día siguiente.

Había veces que teníamos fiesta la noche anterior a una competencia y se cumplía con la presencia en los festejos, pero llegábamos temprano a casa, porque al día siguiente había que buscar el atuendo adecuado para la competencia en turno y tener en orden todos los arreos.

Aquellos días de charrerar

Y lo que son las cosas, llegábamos temprano a las poblaciones o municipios en que nos tocaba la charreada dominical y era un contento ver al pueblo, prácticamente volcado a la actividad y eso como que nos animaba mucho más.

De verdad que eran tradiciones tan nuestras y que no se deben perder, porque  nosotros al salir a competir nos transformaba, en el buen sentido, para brindar tardes y que el público se fuera contento a casa.

Me vienen recuerdos de los pueblos cercanos a Guadalajara, donde veías a niños emocionados con la llegada de los charros, sus cabalgaduras y el equipo en pleno. Las miradas no podías evitarlas, porque todo lo que rodea a la charrería es algo mágico.

Los apodos a los charros que visitábamos se repetían uno a otro, aunque los nuestros ya empezaban a sonar y eso como que nos hacía sentirnos como pavorreales. Terminaba la competencia y a comer se ha dicho, luego alguna sabrosa agua fresca y después a la plaza, a dar la vuelta.

Por aquellos tiempos de mi niñez, estaban muy de modas las películas mexicanas y en la que los charros eran verdaderamente admirados, aunque aquella imagen se distorsionó bastante con los charros pendencieros, jugadores o mujeriegos, pero que hoy en día es parte de la historia.

Hoy quería compartir estas reflexiones con los caros lectores, porque cada vez me queda muy claro que, recordar es vivir.

Comentarios al columnista:
Zermenobarba@yahoo.com.mx

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