Viernes, 29 de Noviembre 2024
Deportes | Ricardo Zermeño

Desde el lienzo

Hasta siempre, Conchita Cintrón

Por: EL INFORMADOR

Hola estimados amadores del más mexicano de los deportes, hoy empezamos con una reflexión de Ernest Hemingway quien dijo que “Lo único que nos separa de la muerte es el tiempo”, con lo cual comentamos el deceso de “la Diosa Rubia del Toreo”, Conchita Cintrón.

De ella se pueden decir muchas cosas y lo mejor, es que nos honró con su amistad y nos tocó platicar muchas cosas, que hoy compartimos con ustedes. Fue la mejor rejoneadora del mundo y era tan española de nacimiento como mexicana por adopción.

Además de la fiesta brava de sus amores, la charrería tuvo un lugar especial en su corazón y es que Conchita Cintrón era muy bragada, para hacer las cosas, con solo mirar.

Entre los miles de recuerdos que se me vienen a la mente, está uno de tantos, cuando en cierta ocasión mi tío Carlos Sánchez Llaguno y mi padre Ricardo Zermeño Cárdenas, la invitaron al Lienzo de Charros de Jalisco. Ella nomás de ver colear, le dieron ganas y pronto se puso al ritmo de los charrazos de antaño.

Paco Baruqui habló de ella, de sus amigos que tenia en la charrería y donde destacan las familias Sánchez Barba y Zermeño Barba.

Con decirles que recién llegada de España, Cintrón vivió en casa de mi tío Carlos Sánchez Llaguno y mi tía Juanis, quedándose una temporada también con mi madre Victoria y mi padre Ricardo.

Sus amenas charlas eran todo un suceso y las tardes de la fiesta brava y la charrería se hacían eternas, pero muy deliciosas con el aderezo que le ponía Conchita, que tenía las palabras precisas en el momento preciso para deleitar a la concurrencia, que lo mismo en un café, que en la plaza de toros, en el lienzo charro o el lugar que fuera.

La mejor rejoneadora del mundo

Entre ese canto de sirenas, de anécdotas y muchos recuerdos, Conchita Cintrón fue la mejor rejoneadora del mundo y no porque lo digamos nosotros, sino porque los hechos así lo avalaban. Plaza en la que se presentaba, plaza que llenaba de bote en bote, donde mostraba sus dotes y se brindaba al máximo, en toda la extensión de la palabra.

Incluso en la época en que persistía el “machismo”, ella como mujer se destacó en la fiesta brava, porque tenía un don muy especial. Mientras los toreros de época, tenían miedo a los astados, Conchita se bajaba del caballo y se ponía a torear ejemplares de 600 ó hasta 700 kilos, ante la mirada de propios y extraños.

Era pues todo un suceso, así fuera la plaza Las Ventas de Madrid, que el Progreso de Guadalajara o la Plaza México, lo mismo que plazas modestas de diversas entidades y municipios del país, así como otros países de Europa o América Latina.

Su memoria eran tan impresionantes, casi como ella misma, porque se sabía todos los dichos del caballo y de vez en cuando, hasta era gran declamadora.

A manera de despedida, recuerdo que Cintrón era feliz viviendo ya sea con mi tía Juanis que con mi madre Victoria, donde recibió muchas atenciones y ella brindaba muchas satisfacciones.

El adagio reza que “Atrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer” y en lo personal, considero que atrás de esa gran mujer, estaba un gran hombre, su esposo llamado Francisco Castello Branco.

Descanse en paz, Conchita Cintrón quien vivirá para siempre en nuestros corazones, muy en especial de Guadalajara y de todo México, porque era una embajadora universal.

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