Domingo, 19 de Enero 2025
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De los toros con verdad por Francisco Baruqui M.

Prohibido prohibir…

Por: EL INFORMADOR

Viajo a España desde los principios de los sesentas, lo que me ha permitido vivir todos los gobiernos que ha tenido el sin par y querido país.  Y así recuerdo la inconformidad manifiesta, principalmente de las generaciones de los jóvenes que permanecían en la península, -- cuando había un sinfín de muchos otros que emigraban a Francia, Suiza, Alemania y varios países más de Europa buscando labrarse un futuro que en su propia tierra se les dificultaba.

Esa manifiesta inconformidad iba en contra de las limitaciones y PROHIBICIONES, -- con mayúsculas por favor --, que marcaban el poder de un gobierno dictatorial.  Se sentía que faltaban libertades en el desenvolvimiento ciudadano sometido por las fuerzas del orden como eran la Guardia Civil, conocidos como “los grises”, que era el color característico del uniforme y, por supuesto, el Ejército que daba el soporte total al gobierno franquista.  Así…

Así, desde la dictadura del Generalísimo Francisco Franco y la consiguiente transición con las presidencias de Leopoldo Calvo Sotelo, Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar, exitosas todas con sus diversos matices por cuanto a tendencias y momentos que iban desde la derecha, el centro derecha, el socialismo muy “a la española” y la decadente gestión de otro socialismo, el del visceral y empecinado Rodríguez Zapatero, que se encontró la presidencia del gobierno a raíz del atentado con las explosiones de vagones en la estación madrileña de Atocha que tantas víctimas cobró, sin estar preparado ni tener un plan de gobierno, el afán de libertades era la base fundamental de la democracia española, muy en la idiosincracia de un pueblo padeciente en una época de opresión que buscando y encontrando la acción demócrata veía nacer nuevos tiempos en un nuevo tipio de gobierno, con la afortunada acción de no caer en ningún derramamiento de sangre.

Fue de esta manera que, libre por fín, fue tomando expresión de tendencias en algunas comunidades, a fin de hacer expresar el deseo político de no sentirse españoles por cuanto a Cataluña se refiere, atacando a todo lo que se signifique español.  Y qué mejor para sus mezquinos fines que los toros…

Los toros, que sí, a los que han recurrido para hacer leyes de prohibición de una fiesta que es rito de cultura y expresión artística única, sin par, inigualable, apasionante y acendrada en el alma de España que le ha dado identificación mundial habiendo sido herencia cultural en países que fueron colonias y hasta en la Francia misma, -- ayy, la culta Francia con su excelente afición y espléndido espectáculo el que se ofrece en sus arenas --, habiendo la referencia que en la feria mundial de 1888, en la mismísima París se dieron toros con ganado de la legendaria divisa de Pablo Romero, desaparecida ya, habiendo en el hoy plazas que fueron circos romanos como Nimes, Arles y muchas otras del sur francés.

Mentira falaz y el más craso de los errores pensar que la prohibición del toreo en tierras catalanas sea para proteger a los astados, toda vez que han prohibido las corridas en las plazas, pero no así los populares “bous al carrer”, -- que son los toros en las calles en los que la plebe se divierte provocando su instinto natural de ataque al embestir, atados a cuerdas y hasta utilizando sus cornamental a guisa de bases de antorchas de fuego.  Muchos antitaurinos se han subido a ése carro pero…

Pero la verdad ineludiblemente única es que los toros son España…  Son el emblema.  Son la historia.  Son la tradición.  Son el sentir de un pueblo que palpita en su sensibilidad en el afán de crear arte frente al peligro poniéndose en juego la emoción de la vida misma.  ¡Cuánta esencia..!  ¡Cuánto fondo..! y…

Y cuánta ignominia de atacar, prohibiéndola, la exposición de rito en el que en apenas veinte minutos que dura la lidia de un toro, se vive el éxito; el fracaso; la alegría; la brillantez del arte o el ridículo en algunas formas; el dolor; el alborozo; la vergüenza; la plasticidad de la belleza; la gloria o…  O la tragedia.

El arte de torear en el que en la percepción de apenas unos instantes quedan en la retina y en la memoria la hermosura inconmensurable de un lance a la verónica o un pase natural que ya, después, dará pie a la escritura, a la escultura, a la pintura para su exaltación.

Y esto, por mucha ley que saquen los indigentes cerebrales que se desempeñan como “políticos” haciendo gala de una diarrea verbal obedeciendo las órdenes superiores de de bueyes mayores que los manejan cual borregos, sin sensibilidad para entender y mucho menos disfrutar el toreo, vaya pues a ostentarse como catalanes, sí, pero nunca como españoles.

Por eso, y por nada más, se ha prohibido la fiesta taurina en Cataluña.  ¡No se equivoquen señores aunque la intención sea la de equivocar..!

Ni se piense que el “ejemplo” catalán podría cundir en otras comunidades, que no.  Y mucho menos en otros países, -- Francia y México encabezando a todos en los que en América centro y sur se da la fiesta --, en los que sus pobladores se sienten orgullosos de su origen, pero no van a la contra de una herencia cultural que también, en diferentes aspectos, les ha dado expresión de personalidad.

Creo que no…  Que no se ha respetado el derecho de libertad en una nación que luchó por ella.  No, no se ha respetado…  El sentido de imposición de prohibir deberá tener respuesta, y espero, confío y deseo que sea pronto, para que todos los estamentos de la más bella de todas las fiestas, salgan en su defensa que de ella depende en mucho el pan de muchísimas familias hispanas.  
Y mire que hay aficionados de la tierra catalana que chanelan mucho y bien, que son ahora mismo las víctimas de un principio democrático por el que tanto se peleó en España…  El de la prohibición.

¿Dónde, pues, quedó aquello de SE PROHIBE PROHIBIR..?

Correo electrónico: francisco@baruqui.com

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