De los toros con verdad por Francisco Baruqui M.

Madrid, España.-  Décima quinta corrida de San Isidro.

Y no…  No fue lo que se esperaba.

Me animan e ilusionan siempre los toros de Baltasar Ibán.  Y lo hacen porque siempre se esperan con la casta que tiene el picante y la chispa que han sido características en su condición, a lo que si se suma la movilidad, el interés para el aficionado siempre se hace presente.

La corrida con presentación y crianza, resultó un tanto desigual, tanto por cuanto a hechuras como por lidias.  Todos, sí, luciendo enarboladuras astifinas, muy bien armados de cuernas.  Toros, pues, con seriedad e imponencia, pero que acudieron a las puyas flojeando y teniéndoseles que medir la intensidad del castigo.  No les faltó nobleza pero a excepción de un segundo con un pitón izquierdo de escándalo por su clase, su son, su calidad al meter el morro con claridad y ritmo, los demás, con sus matices de nobles, repito, terminaron cortos de recorrido, muy medidos en los viajes y en su instinto de agresividad, yéndose abajo en la muleta.

Lo dicho, esperaba mucho más…

Con el mejor lote, la actuación de Eugenio de Mora me hace verle como un torero rescatable.  Decidido y firme, con sobrados deseos, se desempeñó con el que abrió plaza en una faena larga iniciada con estupendos estatuarios barriendo los lomos, para darse al toreo por abajo buscando la distancia y destacando en varios ayudados con la diestra y al natural rematados con sendos de pecho y cambiados a pies juntos que se le corearon.  No terminó de redondear, como tampoco con el cuarto con pases de rodillas de inicio sin encontrar compenetración en una labor que tuvo sus momentos tan lucidos como aislados, pero, oiga Usted amigo aficionado…

¡Estoqueador de lujo..!, que sí.  De los que se recrean en la suerte suprema haciendo con paciencia, cuadrar e igualar a los toros, para perfilándose muy en corto y aprovechando su estatura y largueza de brazos, no fijar su vista en nada más que en lo alto del morrillo para con toda rectitud, sin salirse un ápice de la suerte, volcarse encelando, toreando como torearse se debe con la flámula que es la que mata, para pasarse en el embroque haciendo la cruz, cobrando en sus dos sendos volapiés en estocadas enteras, -- la primera de auténtico premio --, y salir a recibir las palmas.

Rescatable, que sí…

Serafín Marín, que tuvo el detalle tan aplaudido por unos, los más, como abucheado por otros, los menos, de partir plaza con la barretina a guisa de montera y la bandera de Cataluña como capote de paseo, -- algo que ha venido haciendo en el mismo coso de Barcelona --, como muestra de rechazo a la iniciativa legislativa de intentar prohibir la fiesta de toros en la Comunidad catalana, su tierra, se llevó el billete premiado con el notable segundo, pero…  Pero, no lo supo cobrar.

Repito que por el izquierdo, el lado del ejemplar, tenía un dechado de buen estilo por su claridad y clase, por su cadencia y son que pedía una faena con ritmo, con distancia, con rebozo como se rebozaba el de Ibán.  Buenas series consiguió Serafín pero con la intermitencia que le impidió redondear dejando pasar una oportunidad de éxito.  Con el quinto, uno de los tres cinqueños, con el cuarto y el sexto, que vinieron con la corrida, poco lució toda vez que el astado, corto de embestida, midiendo y sintiendo al torero, no se prestó.

Por voluntad, determinación y empeño no quedó la actuación de Luis Bolívar que pechó con lo menos propicio del encierro.  El colombiano estuvo machacón pero sin lucimiento mayor, andando con ciertas penurias con las espadas.  Mejor suerte para la próxima.

Para mañana toros “artistas”, -- ya se verá, que lo que se espera… --, de Juan Pedro Domecq para Julio Aparicio, Morante de la Puebla y…  Y una nueva oportunidad para El Cid en substitución de Manzanares, esperando y confiando que la aproveche porque en lo que se le ha visto…

Que haya triunfos, pues porque esto no…  No levanta…

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