De los toros con verdad por Francisco Baruqui M.

Madrid, España. Duodécimo festejo de San Isidro.
Lo vivido la tarde de ayer en Las Ventas de Madrid, merece un punto de reflexión.

Que la empresa reflexione en qué categoría está poniendo a la plaza más importante del mundo, con el criterio con el que está confeccionando algunos carteles.  Y escribo esto, porque resulta incongruente por donde mirarse se quiera, que se anuncien a tres novilleros, que para venir a Madrid deberían contar con capacidad y recursos, a más de tener el ánimo más que templado, para enfrentar astados que piden el carnet, y que cuando no se los muestran, porque no los tienen, sucede simple y llanamente lo que sucedió…

De principio, el ganado de Joaquín Moreno Silva nunca ha sido ni bomboneros ni artistas. Encastados sí; con mucho qué torearse también, toda vez que sacan movilidad y transmiten el riesgo que da la emotividad que sacude a los tendidos dejando a los de luces, matadores y subalternos, sin saliva qué tragar.

Han salido desde el nobletón segundo que fue a más, como otros tantos manejables, pasando por un complicado en extremo y el auténtico “barrabás” que fue el quinto. No; no tuvieron clase pero sí fuelle, y alguno como el primero, con muchas patas que acometía de largo para salir desparramando la vista.  

Difíciles para ser picados, acometían obligados doliéndose al hierro, queriéndose quitar el palo y saliendo sueltos. Otros haciéndose los desentendidos, dándole coba a los toreros, cuando lo que en realidad hacían era medirlos, y al sentir y darse cuenta que eran los dueños del ruedo habiendo sembrado pánico entre desarmes y abandonos de capotes y muletas, y bochornosas huídas saltando el callejón, dieron el tenor de cuáles eran las posibilidades de los matadores, e insisto y repito, sus cuadrillas, que en verdad bailaron la varsoviana.

Que todos los toros, en éste caso novillos, tienen sus lidias, por supuesto, pero cuando se cuenta con la técnica asimilada de una buena escuela, lo que les da cierta solvencia que deriva en paso firme y más confianza, pero cuando no…

Cuando no se vio a Paco Cháves impotente con su exigente primero, que sólo le permitió destacar en banderillas con dos cuarteos y un par al violín.  Sin plan ni trazo se perdió con los aceros, recibiendo los tres avisos reglamentarios, ordenando la devolución del burel, que dobló siendo apuntillado en el ruedo.

En su segundo, con la voluntad de recibir de rodillas a “Porta Gayola” con el consabido pechazo, pasándole la res por encima, en similar tenor dejándose ver con los palitroques y a la pena con la espada. Silencio.

De gran estatura cual deportista de baloncesto, Miguel Hidalgo tuvo en el segundo de la tarde buenos momentos con chicuelinas de capa y una faena estructurada, mostrando su buen concepto ante el más manejable del sexteto, dejando ver sus carencias, sin aprovechar su altura y largueza de brazos, saliéndose de la suerte, desde perfilarse apenas resultándole las estocadas defectuosas y...

Y llegaría el quinto, un “pregonao” que buscaba víctima, con sentido y genio que iba a por el torero tras de medirlo con el afán de cogerle.  Hidalgo no supo qué hacer, ni nadie de los “conocedores” que siempre van en las cuadrillas gritando desde el burladero los “sabios consejos”, para animar al matador. Otros tres avisos, y aquí sí, el toro, que fue el más de la función, a corrales.

Por cuanto a Antonio Rosales, desenvuelto pero ratonerillo, justo de valor, sobrado movimiento de pies, enmendando y yéndose; de esos que dan la impresión que no se quedan quietos ni toreando de salón.  Momentos aislados y reprobable actitud de salir a saludar en el último cuando nadie se lo pidió.

Tarde, pues, singular por lo accidentada como consecuencia de falta de aprendizaje para estudiar y estudiándolas, entender las lidias para un desenvolvimiento mejor, cuando pegar pases se convierte en algo, diré, “muy complicado…”

Para mañana, trigésima de feria con toros de Puerto de San Lorenzo y Ventana del Puerto, (con tanto puerto, podrían salir los astados de marineritos), para Manuel de Jesús El Cid, quien por como le va la temporada y el momento en el que está, mucho se juega en esta actuación, alternando con Sebastián Castella y Rubén Pinar.

A ver, pues, qué se verá…
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