De los toros con verdad por Francisco Baruqui

Madrid, España.- Vigésima primera corrida de San Isidro.

Sí, uno de los carteles más modestos, de entre todavía los más modestos del ferial, que por cosas del cotizado abono venteño, hizo taquilla de lleno dentro de un ciclo isidril conformado por carteles que años atrás, casi todos, eran característicos de corridas de verano, por la modestia misma, a las que asistían turistas orientales, algunos europeos y unos cuantos americanos, porque de españoles…  Pocos, muy pocos, poquísimos, que sí.

Este y no otro es el rango de categoría que viene, desde varios años atrás, caracterizando la feria del Santo. Por supuesto que con entradas tan garantizadas como repartidas, -- cambia uno de vecinos cada tarde --, con lo que esperarse se puede por cuanto al resultado de las funciones, pues ya, ya lo estamos viendo y muchas de las tardes, padeciendo.

Menos mal que el buen clima acompaña, que si no…

Toros de Samuel Flores, disparejos de presentación aunque todos luciendo bien armadas y astifinas enarboladuras muy en el tipo de la casa, con cuatro cinqueños, uno por cumplir los seis años, que en generales términos manifestaron descastamiento y acusada mansedumbre, los más desparramando la vista y doblando contrario a la salida del viaje natural, y algunos  con complicaciones aunque se dejaron pegar en las puyas, destacando dos, cuarto y sexto, que eran de oreja, dada la nobleza, lo fijos, el buen son, la claridad en el embestir y el amplio desplazamiento como condiciones para lucir.  Desafortunadamente…

Desafortunadamente se fueron completos, sin que se les haya cortado nada, haciendo ver la talla real de sus matadores, que con ejemplares así no lograron tan siquiera una vuelta al ruedo.

Y mire Usted, amable lector, que fue corrida de rehileteros, alternando los tres en sus primeros para banderillear en solitario con los segundos de sus lotes, en un tenor de ver a Las Ventas con más carreras que en el hipódromo de La Zarzuela, sin brillantez mayor digna de escribir a casa…

Juan José Padilla, bullidor y dispuesto tuvo un burel asardinao y culiseco, sin presencia para Madrid, desarrollando su labor entre la inconformidad del público, llevándose un cuarto de excepción al que luego de saludar con tres largas cambiadas de hinojos, supo medir y entender ligándole tres series al natural en las que sobresalió la cadencia y el temple, intercalando medios pases con trincherazo, molinete y afarolado que se le corearon.  Una pena que la estocada, yéndose desde perfilarse, quedara caída lo que desanimó la petición sin poder tan siquiera dar una vuelta al anillo.

Luis Miguel Encabo se llevó el hueso de la corrida, correspondiéndole dos bureles, de los más cuajados del sexteto que presentaron complicaciones obligando a mucho, algo que, también debo decir, tampoco estuvo dispuesto para exponer.  Destemplado desde con los palos, pasó su actuación en una por demás grisácea expresión, en un toreo sobre piernas, dando la impresión, por la inseguridad mostrada y el medido valor, de que no se queda quieto ni entrenando de salón, pasando penas para matar cuando se perfila largo y con el defecto de no pasarse quedándose en la cara y no encelando, sino estrellando el engaño en el testuz.

Iván García, el joven rubio que escuchó palmas en un quite por chicuelinas estando con los palitroques en un medio tenor, estuvo con voluntad ante el tercero pero sin cosa mayor, empero…

Empero, con el que cerró plaza, un Samuel con fondo que transmitía con gran recorrido y rebozándose en la muleta, tardó en convencerse que el pitón del ejemplar era el izquierdo, dando demasiada alternancia por los dos lados empeñándose a torearlo por el derecho, yéndosele la faena y el triunfo por su confundida labor que terminó de estocada en sitio al primer envite y descabello al golpe primero con la corta escuchando ovación.

Para hoy, ganado de Javier Pérez Tabernero para El Fundi, Sergio Aguilar y Luis Bolívar.

Si me lee, se enterará…

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