De los toros con verdad por Francisco Baruqui

Madrid, España.- Undécima corrida isidril.

“Lo dijo Pepe Amoros, aquél comerciante en cueros:
Cuando hay toreros, no hay toros… Cuando hay toros, no hay toreros…”
Al romperse el paseíllo se guardó un respetuoso minuto de silencio en memoria de aquel torero inmenso que fue José Gómez Ortega, apodado en sus inicios “Gallito”, y consolidado ya como figurón para el recuerdo “Joselito”, en el noventa aniversario de su muerte en las astas del toro “Bailaor” de la viuda de Ortega en la arena de Talavera de la Reina.

Y pena de tarde cuando invitaba a la plaza.  El cielo completamente azul, sin una sola nube ni brizna de viento y aunque fresca, ausente ya, por fin, de frío.
Y digo de pena, porque la ganadería de Los Bayones, con procedencia actual de Atanasio Fernández y Lisardo Sánchez, de lo que perteneció a la gran figura salmantina del toreo Santiago Martín “El Viti”, trajo varios ejemplares, matizando, que ofrecieron destacables condiciones de lidia exigiendo que se pudiera con ellos ya que contaron con algo que muchas, las más, de las tardes se extraña…  Emotividad; a la que si se añade en algunos nobleza, celo, recorrido y brío sobresaliendo primero, segundo y uno de los dos de José Luis Pereda manejable y con son, habría que haber esperado más, mucho más de lo que al final lograron los de la terna con el coso lleno y ánimo entusiasta.

El madrileño de San Sebastián de los Reyes, Gabriel Picazo fue el que tuvo un mejor desenvolvimiento al plantear sus trasteos frente a ejemplares que ofrecieron el triunfo.  Y aunque tuvo momentos lucidos, no logró remontar por su labor un tanto cuanto intermitente y sin alcanzar acoplarse lo suficiente como para romper.  Sí, porque le faltó romperse.  Desacertado con los aceros recibió un aviso en el que abrió plaza escuchando ovaciones por su voluntad.

Como voluntad también tuvo el cacereño Emilio de Justo salido de la escuela extremeña, pero falto de poder y sitio dejando ir una oportunidad que deberá hacerle meditar, reflexionar y determinar.  Desvaído y sin plan, como perdido con el estoque cuando acusa defectos en la ejecución de la bien llamada suerte suprema, como es quedarse en la cara estrellando la muleta sin encelar, olvidando que se debe de manejar cual si se intentara dar un pase de pecho, al tiempo mismo que volcándose, pasarse en el embroque saliendo por la penca, teniendo que escuchar los tres avisos de rigor con los que se da reglamentariamente como devuelto a corrales el toro, que tras del tercero dobló teniendo que ser apuntillado en el ruedo.

Con el quinto poco alcanzó que no fueran algunas muestras de empeño, pero cuando los recursos escasean derivando en un sentido de lógica inseguridad y desconfianza…  Su actuación se reduce a silencio en sus dos.

En sus dos silencio también padeció el de Badajoz, Israel Lancho, que fue sacado a saludar recordando la infausta tarde del anterior San Isidro, -- lo recuerdo como su hubiese sido ayer --, vistiendo de verde y oro, en la que un burel del campo bravo luso de la ganadería de Palha, lo colgó del pitón metiéndoselo por un costado en una de las más espeluznantes cogidas que a punto estuvo de mandarlo a la tumba.

Se llevó, sí, el peor de los lotes, brindando la muerte del tercero al médico de las Ventas, el doctor Máximo García Padrós quien con su equipo médico le salvó la vida.

El altísimo matador se ha visto falto de sitio, que no de deseos, carente de posibilidades para brillar, sin encontrar centro para su actuación que se desarrolló falta de estructura aunque sobrada de empeño y tesón, principalmente en el sexto, con una labor prolongada en extremo en la que se veía sus ganas pero también su imposibilidad de estar mejor.

Para mañana otra novillada, de las que siempre hay que desear y esperar que salga triunfando alguno, o más, de los nuevos valores.  Ganado de Joaquín Moreno Silva, hijo del bien recordado amigo que fue Alonso Moreno de la Cova, para Paco Cháves, Miguel Hidalgo y Antonio Rosales y...
Y, ojalá que ya valga algo en éste tan mediocre y desangelado San Isidro, que lo que va…

Correo electrónico: francisco@ baruqui.com