
De los toros con verdad por Francisco Baruqui
MADRID, ESPAÑA (10/MAYO/2010).- Comentaba en el cierre de mi escrito de ayer, lo ilusionante que es concurrir a las novilladas, en el afán de poder apreciar los nuevos valores que vendrán como refresco de la sangre torera del escalafón. Asimismo hacía la observación para fijarse en un chamaco de la taurina tierra salmantina, que es Ciudad Rodrigo, llamado Juan del Álamo, al que vi en la pasada Feria de Las Fallas de Valencia, causándome una magnífica impresión y…
Y la reconfirmación de mi opinión, no pudo tener mejor marco que la plaza más importante del mundo: Las Ventas de Madrid.
Así, tres cuartos de entrada con tarde ventosa y fría salvándonos de lluvia, novillos de Carmen Segovia, con el más destacable que fue el segundo de los cuatro que lidió, parchando el encierro dos, de Torres Gallego, corridos en cuarto y sexto lugar, siendo éste último que cerró plaza de condición manejable.
El viento deslució la tarde, poniendo en serios aprietos a los alternantes que con ráfagas se miraban descubiertos a momentos, siendo el triunfador absoluto el de Salamanca, con el corte de una oreja a su primero y petición en su segundo, que de haberse concedido, le habría representado la puerta grande que, por ahora, no se dio, empero…
Empero el chaval con planta y empaque ha demostrado sus condiciones para, de seguir así, llegar a un sitio de preponderancia por un futuro promisorio que le venga.
Y escribo esto, porque ver a un joven novel con la determinante actitud y la firme decisión con la base de un valor auténtico, real, sin bisutería y la proyección artística, que le permite gustándose él, gustar al público con la técnica asimilada de una buena escuela, lo que indudablemente le hace pisar sólido y seguro poniéndose en el sitio, sin enmendar más que lo justo, engarzar series de naturales con la de cobrar y ayudados por abajo, con la diestra en los que el mando y el temple como la ligazón, rematando con los de pecho cuando el astado repitió de principio, rajándose después, perfilarse en corto y yéndose en línea recta al embroque, cobrando entera en sitio que bastó, ganarse a ley el merecido apéndice.
Con el quinto, en igual tenor, pero teniendo delante de sí un burel complicado que se le quedaba corto que calamocheaba, midiéndolo y sintiéndolo.
Al realizar la suerte suprema, fue cogido llevándose la voltereta, pero sin que el pitón, por fortuna, rompiera la carne. Hubo petición, y cuando arrancaba para dar la vuelta, un sector chilló quedando todo en sonora ovación.
Lo dicho y escrito… ¡Ahí hay un torero..! Recuerden su nombre: Juan del Álamo.
Por cuanto a Thomas Joubert, un novel francés nacido en Arles y anunciado “Tomasito”, como Miguel de Pablo, originario de Colmenar Viejo, Madrid; el primero se vio más decidido desde saludar al que abrió la tarde de Hinojosa Porta Gayola, para, molestado permanentemente por “Eolo”, que en esta ocasión se soltó el pelo, brindar una actuación tesonera y empeñosa, pero sin redondear en dos trasteos faltos de plan y estructura que se fueron diluyendo, escuchando silencio en sus dos.
De Miguel de Pablo debo decir que le veo verde, acusando falta de oficio y recursos, valor medido. Miro en él falta de rodaje, que en cuanto ya lo tenga, habrá la posibilidad de emitir una opinión más firme, teniendo silencio tras aviso en el tercero y, desvaído y sin poder con el manejable sexto que le valió silencio.
Incomprensiblemente, mucho antes de doblar el astado, apareció un sujeto de pantalón blanco y cazadora, dejándose ver apoyado en el burladero de matadores, insisto, cuando todavía matador y cuadrilla lidiaban. Me dijeron que era un carnicero, sólo que, creo yo que debe de aparecer toda vez que los restos de la res estén por ser llevados por el tiro de mulillas, pero no, definitivamente que no ¡ANTES..! Los alguacilillos acusando inmovilidad como alguna otra autoridad a quien competa delimitar el protagonismo del “lucido” matancero. ¡Que estos es Madrid, señores..!
Para hoy martes, la confirmación de alternativa del paisano mexicano, Arturo Macías, quien viene decidido a subirse al carro de los triunfadores (ojalá que los toros le empiecen a respetar, que de dos corridas, Valencia y Sevilla, se ha llevado dos cornadas, aunque sí, cayendo de pie y ganándose el respeto por su valor cabal), llevando como padrino a Miguel Abellán, y como testigo a César Jiménez, con toros de La Cartelilla y Casa de los Toreros.
Triunfo para todos, pues…
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